Tienes razón


Dios me dijo: “Yo te elegí antes de que nacieras; te aparté para que hablaras en mi nombre a todas las naciones del mundo”. Le contesté: “Dios todopoderoso, yo no sé hablar en público, y todavía soy muy joven”. Pero Dios me tocó los labios y me dijo: “No digas que eres muy joven. A partir de este momento tú hablarás por mí. Irás a donde yo te mande, y dirás todo lo que yo te diga. No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte. Desde hoy tendrás poder sobre reinos y naciones, para destruir o derribar, pero también para levantar y reconstruir”. (Jeremías 1:4-10)

Hoy tengo ganas de darte la razón. Te voy a dar la razón cuando dices que nada te sale bien. Te voy a dar la razón cuando dices que te sientes solo. Te voy a dar la razón cuando no sabes qué hacer o cómo enfrentar algunos momentos de tu vida. Te voy a dar la razón a que digas que has lastimado a alguien y no sabes cómo volverte a acercar a esa persona. Pero ahora quiero que pienses en esto: ¿La razón la tenemos nosotros o la tendrá Dios?

Mira a Jeremías. Un joven como tú y como yo, era un joven normal. El día en que Dios lo llama para anunciar su mensaje, Jeremías se debe de haber preguntado “¿Yo? ¿Jeremías? ¿Servir a Dios?”, porque sus palabras fueron “Yo no sé hablar en público, y todavía soy muy joven”.

Y no es que Jeremías estaba poniendo excusas, no, sino que estaba siendo sincero. Yo a Jeremías le doy la razón, él era joven y le creo cuando dice que no sabía hablar en público.

¿Pero qué pasó? Dios lo calló. Dios sabía que Jeremías era joven y no tenía experiencia en hablarle a la gente, pero también sabía que Él mismo lo había elegido desde antes de que naciera.

Dios sabe todo lo que estás pasando, pero no olvida todas las promesas que tiene para tu vida. Dios sabe de tu sufrimiento, pero está preparando tu recompensa para cuando lo superes. Entonces, ¿Qué vale más? ¿La razón de Dios o la nuestra?

Fíjate que Dios tocó los labios de Jeremías, como un gesto de silencio, para que este joven, sin experiencia y con miedos, escuchara a su gran Dios decirle: “No digas que eres muy joven. A partir de este momento tú hablarás por mí. Irás a donde yo te mande, y dirás todo lo que yo te diga. No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte. Desde hoy tendrás poder sobre reinos y naciones, para destruir o derribar, pero también para levantar y reconstruir”.

Hoy Dios pone las manos sobre tus labios, para callar tus quejas y hacer oír sus promesas:Tienes razón en que eres joven, pero a partir de ahora tú hablarás por mí. Tienes razón en tener miedo, pero yo estaré a tu lado para cuidarte. Tienes razón que has lastimado a algunas personas, pero tienes poder para levantar y reconstruir, sólo anímate. Tienes razón que no sabes a dónde ir ni cómo actuar, pero yo te hablaré y te diré que hacer, espera en Mí.

Decide callar tus quejas y presta el oído a las promesas de Dios. Tú tienes razón al decir que sufres, Dios lo sabe, pero Él tiene doblemente razón al decirte: Yo cumplo mis promesas, no te abandonaré.


¡Echando las redes!


Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios. Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes. Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente. Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro: - Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar. Pedro respondió: - Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes. Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse. (Lucas 5:1-7)

Era medianoche, en medio de la oscuridad del lago, Pedro tiraba una y otra vez la red. Primer intento, no consiguió ni un pez. 1am, Pedro sigue intentando tirar la red con la ayuda de otros pescadores, y nada. 3am ya estado inmerso en la más oscura noche, Pedro seguía intentando conseguir un pez y no sacaba más que plantas o algas imagino. ¿Cómo no iba a pescar algo? ¡Pf, claro, él era un pescador profesional! ¿Cómo no iba a seguir intentando pescar algo? Y así pasó la noche, intentando, trabajando duro, y nada.

Llegada la mañana, ya cansados de una dura noche de trabajo sin éxito, deciden regresar a la playa, a la orilla del lago y lavar sus redes. Imagino que de tanto intentar, se les deben de haber llenado las redes de plantas, tierra o barro. Y allí estaban, Pedro le prestó su barca a Jesús para que Él predicara desde allí a la gente que estaba reunida. Lo que no esperaba Pedro, era que su Maestro le dijera: “Lanza las redes para pescar”. ¿Acaso no sabía Jesús mismo, si era hijo del Todopoderoso, que Pedro había estado toda la noche intentándolo? ¿Acaso lo estaba tomando por tonto a Pedro?

Pedro no entendía, sin embargo obedeció a Jesús. De todos modos, aunque Pedro sabía que Jesús ya estaba enterado del fracaso que había tenido pescando la noche anterior, Pedro se animó a explicarle a Jesús: “Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada”. Yo imagino a Pedro diciendo “Otra vez…Si ya lo he intentado y fracasé, no entiendo por qué debo volver a intentarlo”. Pero fíjate lo que sucedió. Pedro le dijo a Jesús: “PERO, SI TÚ LO MANDAS, VOY A ECHAR LAS REDES”.

Cuenta la Biblia que fueron tantos los peces que sacaron, que necesitaron ayuda de otros pescadores y otra barca más para poder llevarlos hasta la orilla. Cientos y cientos de peces habían en el lugar donde Pedro y los demás pescadores habían estado trabajando duro toda la noche.

¿Acaso los peces se reprodujeron de un día para el otro? ¿Acaso Pedro había hecho algo mal la noche anterior? ¿Acaso Jesús hizo aparecer tantos peces? ¿Acaso quiso hacer pasar por loco a Pedro? Déjame explicarte y lo aplicaré a tu propia vida.

Lo has intentado ya. Una y otra vez has intentado lograr lo que más anhelas y has fracasado. Tú mismo te dices: “Soy un hijo de Dios, claro que no dejaré de intentarlo, sé que lo voy a lograr”. Has trabajado duro por aquello, Dios más que nadie lo sabe créeme, Dios sabe cuánto te has esforzado por conseguirlo.

Pero llegó un momento, un día, que como Pedro, llevaste tu barca hasta la orilla y dejaste de intentarlo. Y éste es el secreto, tú no lograste lo que esperabas ni recibiste las bendiciones que buscabas sólo por una cosa: Porque aún no era el momento. Dios te estaba preparando, quería que lo intentaras, no para que te sientas fracasado, sino para que entiendas que todo es a Su tiempo.

Hoy Dios te dice: Vuelve a intentarlo, echa tu red. ¿Fracasaste o no lograste cumplir algo? Vuelve a intentarlo, ahora estás listo. Ve y pesca tus bendiciones. Ve y pesca tus éxitos. Ve y pesca todo aquello que te han quitado.

Serás tan pero tan bendecido, que necesitarás más de dos barcas para recoger lo que Dios te dará. Espera en Él, este es el momento, si antes fallaste es porque Él te estaba preparando, vuelve a intentarlo.

“Otra vez…Si ya lo he intentado y fracasé, no entiendo por qué debo volver a intentarlo”. Sólo un consejo, antes de darle excusas al Rey de reyes, haz lo que Él te dice: Echa tu red.


Acostumbrados a malas noticias


No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová. (Salmos 112:7)

Hace poco me preguntaron, “¿Qué pensarías si alguien entra de repente cuando estás dando un examen o en medio de una reunión importante, y te dice que tienes una llamada esperando urgente? ¿Creerías que son malas o buenas noticias?”. Y científicamente comprobado hay un estudio, que a la mayoría de las personas que se les ha hecho esta pregunta, han respondido: MALAS NOTICIAS.

Estamos tan acostumbrados al vaivén de este mundo. Un día puede ser bueno y al otro las cosas pueden cambiar. Tenemos temor al mañana, que si la economía del país se cae, que si nos roban, que si nos secuestran y demás.

Enciendes el televisor para ver las noticias o lees el periódico, y el 75 por ciento al menos, son malas noticias. Sales a la calle, y escuchas cómo a tu vecina le han robado, o que fue a cobrar algo a su trabajo y la estafaron. Viendo todo así, ¿Habría alguna razón por la cual esperar buenas noticias? Por lógica diríamos que NO; pero por FE debemos aprender a decir SÍ.

Sí es posible vivir esperanzados en este mundo tan oscuro. Sí es posible cambiar las almas y traer la paz del Dios que viene desde los cielos. ¡Sí es posible! Dejemos de estar acostumbrados a las malas noticias, cuando toda la Biblia es una promesa de buenas noticias para tu vida.

Cuando Jesús llegó al mundo, y se anunciaba su nacimiento, la gente clamaba “Anuncien las BUENAS NUEVAS, ha nacido nuestro SALVADOR”. El significado de la palabra “evangelio” se traduce a “buenas nuevas”. ¿Puedes entenderlo? ¡No debiera haber mala noticia que te asuste!

Estamos llamados a confiar en Dios y no tener temor. La Palabra dice que el amor echa fuera todo temor. Cuando entendemos el Amor inmenso de nuestro Padre hacia nosotros, no habría nada en este mundo que pudiera asustarnos.

Isaías mismo dijo: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel.” (Isaías 61:1)

No digo que cambiemos el mundo, pero sí que traigamos esperanza. Comencemos por no temer nosotros, y esa confianza se expandirá en la gente que nos rodea. No hay malas noticias que puedan apagar el amor de Dios.

Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.” (Salmos 27:3) David lo sabía, y en cada clamor que él hacía a Dios, por más que se encontrara dolorido y sufriendo, lo alababa, lo glorificaba, confiaba en el propósito que el Señor tenía para su vida.

Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. Porque en el día de la aflicción él me resguardará en su morada; al amparo de su tabernáculo me protegerá, y me pondrá en alto, sobre una roca.” (Salmos 27:4-5)

Es tan clara la Biblia. Cuando buscamos habitar en la casa del Señor, y vemos lo hermoso que Él es, nuestro Espíritu se recrea, renace y fortalecido ya no tendrá temor a malas noticias. El corazón de David, constantemente le decía “¡Busca su rostro! Y yo, Señor, tu rostro busco.” (Salmos 27:8) Y eso es lo que le permitía no tener temor a los males de este mundo.

Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová.” (Salmos 27:13-14) No hay más que un gran “AMÉN” a estas palabras del salmista.

Todos hemos desmayado, todos hemos dudado del poder de Dios, todos hemos recibido malas noticias. Pero hoy, luego de leer este devocional, espero Dios te haya hablado a tu corazón y te haya dado una esperanza. Veremos la bondad del Señor si esperamos en Él. Aguardemos, esperemos, esforcémonos, alentémonos, y eso traerá buenas noticias del cielo. Dios te bendiga.


Mírame


Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. (Hebreos 12:1-3)

Acostumbraba mucho a ver películas y series. Siempre me gustaron las policiales, de investigaciones, médicas, algo de cada una aprendía. Pero si hay algo que me llamó poderosamente la atención, es que, cuando alguien está muriendo porque fue malherido, y otra persona lo/la sostiene en brazos, ésta repite constantemente: “Mírame, mírame, no te vayas, por favor quédate conmigo, mantente despierto, mírame”.

Y la respuesta a esto, es que está comprobado científicamente que cuando una persona herida, enfoca su mirada en otra, todas sus células se enfocan allí y cobran fuerza; en cambio, si la persona se distrae o cierra sus ojos, pierde la noción de la realidad y puede caer en un coma o puede incluso morir.

¡Y eso me recordó el versículo del comienzo! “FIJEMOS LA MIRADA EN JESÚS”. Él nos ve malheridos por el pecado en todo momento. Él ve cómo libramos las batallas de las tentaciones día a día. Él ve cada vez que nos queremos rendir y volver al mundo de tinieblas. Él ve todo y te dice: MÍRAME.

Cuántas veces hemos quedado ciegos espiritualmente, por no fijar nuestra mirada en el consumador de la fe. Jesús padeció mucho sufrimiento, para que tú, al mirar su cruz, al mirarlo a Él, corras la carrera de la vida descansando en la seguridad de que Él ya ha vencido. Lee bien el versículo: “Para que no se cansen, ni pierdan el ánimo”. ¡Es como en las películas!

Si quitamos nuestra mirada de quien nos mantiene vivos, pronto moriremos espiritualmente, y te aseguro que es peor que la muerte terrenal. Es tan indispensable Jesús en nuestras vidas. La Biblia lo describe como vid verdadera, fuente de agua, pan de vida, fuente de poder, luz, amor. ¿Podrías vivir sin ello? ¿Entonces cómo haces para sobrellevar tus problemas si no fijas tu mirada en Él?

Y quizás tú pienses “Pero es Dios quien no me mira a mí, parece que se ha olvidado de este hijo…”; pero el Señor en Su palabra ya te ha dicho: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.” (Salmos 32:8)

¡Clama a Dios! ¡Clámale! Los salmistas lo hacían: “Mírame, y ten misericordia de mí; da tu poder a tu siervo.” (Salmos 86:16) “Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido.” (Salmos 25:16) Dile al Señor tu Dios, “¡MÍRAME! NO QUIERO MORIR ESPIRITUALMENTE”.

Pero, la mayoría de las veces como en toda la Biblia, es Dios quien te está diciendo “Mírame”, es Dios quien está llamando tu atención, es Dios quien te está esperando. Si tu fe se ha debilitado, es momento en que regreses a poner tu mirada en Aquel que te está sosteniendo en brazos de amor, diciéndote “Mírame hijo, quédate conmigo, por favor mírame, yo te enseñaré por dónde andar, pero mírame”.

Miremos a Dios.


¡Ojalá fueras lo uno o lo otro!


Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. (Apocalipsis 3:15-18)

Estoy segura que ustedes, al igual que yo, han leído el apocalipsis menos veces que los evangelios, los salmos, los proverbios o las cartas. Y esto es porque nos cuesta entenderlo, pero no por ello es menos importante. El versículo de allí arriba, es más que claro. ¿Cómo resumirlo? Yo lo llamo: Tibieza Espiritual.

Pero Dios me llevó a ver más allá. La tibieza espiritual, no es sólo saber lo que está bien y lo que está mal, y muchas veces pensar y decidir en la carne. Sino que es un estado del alma, que te produce ceguera, te desnuda por completo y llegas a un punto en el que crees que estás bien, que tienes todo lo que necesitas, que Dios ya no puede hacer nada por ti, que tú puedes solo. ¡Ups! ¿Te ha sucedido? A mí también.

Me cuesta creer que haya un tipo de cristiano que le cause nauseas a Dios, pero la Biblia lo confirma. Te pondré un ejemplo cotidiano. Tomar agua fría, te refresca; tomar agua caliente, puede ser en una infusión; pero tomar agua tibia, a nadie le gusta, es difícil de tragar.

Así mismo, Dios dice “¡Ojalá fueras lo uno o lo otro!” o en otra versión “¡Sería mejor que me obedecieras completamente, o que de plano no me obedecieras!”. Dios no tiene términos medios. Lo obedeces o no lo obedeces. Jesús les dijo claramente a sus discípulos: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Lucas 11:23)

Con esto no quiero asustarte, sino que quiero responder a la pregunta que todos los días le haces a Dios: “Señor, ¿Cuándo me bendecirás? ¿Cuándo responderás mis oraciones?”. Y la respuesta de Dios es: Cuando te decidas. Cuando elijas ser frío o caliente.

El frío, es el incrédulo o bien el que conoció a Dios y por voluntad propia decidió alejarse por completo de Él. El caliente, es aquel que no es perfecto, pero sí confía en que Dios lo perfeccionará. Es el que lucha por agradarle día a día con su vida. ¿Cuándo te decidirás?

Recuerda que Dios no lo hace por ira, sino por amor. “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Apocalipsis 3:19-22)

Dios es SANTO, SANTO, SANTO, tres veces santo. Y es esa pureza, esa totalidad de santidad, la que lo obliga a advertir a sus hijos cuando no están haciendo las cosas bien.

Cualquier buen padre, dirá a su hijo “No metas los dedos en el enchufe, porque te puedes electrocutar”, y aunque el niño patalee y llore, su padre lo hace para su bien.

Dios te dice: “Sé fervoroso (es decir, entusiasta) y arrepiéntete. Búscame de corazón. ¿Me oyes? Estoy tocando tu puerta. Quiero entrar y cenar contigo. Quiero que venzas, que logres obedecerme. Aún con tus errores te perdonaré. Pero por favor, ya no seas tibio.Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes.” (Deuteronomio 30:19)

Examina, ¿Cuál es tu estado? ¿Eres frío, tibio o caliente? Si eres frío, acepta a Jesús, entrégate por completo a Él y déjalo que transforme tu ser. Si eres tibio, preocúpate y pídele perdón a Dios. Y si eres caliente, ¡Gloria a Dios! Tu bendición está cerca.


Necesarios e importantes


Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. (1 Corintios 12:4-7)

Tantas veces se nos ha dicho que no podremos lograr algo. Tantas veces han aparecido personas que hacen mejor lo que nosotros queríamos hacer y somos reemplazados. Tantas veces nos han tomado de tan poco valor. Pero hoy vengo a romperte toda palabra de maldición, con lo que Dios quiere decirte: Eres necesario e importante para el Reino de Dios.

Desde pequeños hemos estado desarrollando algunas habilidades más que otras. Tal vez cuando ibas a la escuela notabas que eras más el más rápido corriendo, la que mejor cantaba, tal vez te destacabas en los deportes o en idiomas.

Éstas habilidades, podemos llamarlas dones del Espíritu Santo. En la primera carta a los Corintios, capítulo 12 versículo 1 Pablo escribió “No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales”. A mí me resulta increíble cómo en tan pocas palabras, se nos dice MUCHO.

Pablo nos dice NO IGNOREN los dones que el Espíritu Santo les ha dado. Dios quiere que utilices esos dones. ¿Eres hábil para cantar? Házlo para el Señor. ¿Eres hábil para el arte, la literatura o la enseñanza? Házlo para el Señor. Él te ha dado esos dones por medio del Espíritu Santo y quiere que los uses.

Versículos más adelante, Pablo habla de los distintos dones. Palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, sanidad, el hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas, interpretación de lenguas. (1 Corintios 12:8-10)

Seguramente notarás en tu misma iglesia, personas que evangelizan con mayor habilidad, personas que forman parte del coro, personas que administran, pastores y líderes; a todos se les ha dado una capacidad especial, un don distinto.

¿Quieres saber algo? ¡A ti también el Espíritu Santo te ha dado un don! Si lo has descubierto, úsalo para Dios; si no lo has descubierto, piensa en qué eres más hábil, y busca la forma de usarlo para Dios, pues ese es tu don. “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia.” (1 Corintios 14:12)

Debemos aprender a usar los dones que Dios nos ha dado para edificar. ¿Imaginas lo que pasaría si unes tus dones con otras personas? “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.” (1 Corintios 14:26)

Así que si te reúnes con hermanos, descubrirán que tienen dones en común, dones diferentes, y ¿Sabes qué? Úsenlos, únanlos y ayúdense a crecer espiritualmente. ¡Todo sea para Dios!

Y recuerda: Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. (1 Corintios 12:4-7)

Usa para provecho lo que Dios te ha dado, no lo malgastes. No escuches lo que el diablo de dice, ni permitas que las críticas te detengan. Eres un hijo de Dios, y nada hay más grande que eso.


Dios tiene algo mejor


Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. (Proverbios 4:23)

Toda persona cuando comienza una relación amorosa, jamás la comienza sabiendo si algún día terminará o si será para siempre. El anhelo de cada corazón, es triunfar en el amor y ser feliz junto a una persona el resto de tu vida. Pero no siempre resulta así. Y tú dirás, ¿Dios me quiere ver triste? ¿Dios me quiere soltera? No, Dios tiene otros planes para ti.

Fracasar en el amor nunca está en nuestros planes, y mucho menos sufrir por amor. No hay nada que puedas hacer para impedir llorar o sentirte mal cuando aquellos sueños que tenías junto a alguien, se derrumbaron. Pero sí hay una fórmula infalible y exitosa para volver a sonreír: Pensar en Cristo.

Como hijos e hijas de Dios, debemos de tener como prioridad, buscar agradar a Dios. Cuando pongamos nuestros corazones completamente en manos de Dios, Él lo pondrá en manos de alguien que realmente te merezca. Claro que duele, pero si te quedas en el dolor, le estás dando el gusto al diablo de verte débil. Jamás Dios quita a alguien de nuestras vidas si no es por una buena razón.

Cierta vez me dijeron “Dios pone a las personas en tu vida por una razón, y las saca... por una aún mejor.” Nosotros no sabemos cuáles son los propósitos de Dios con nuestras vidas. No sabemos quién será la persona que lleve en su dedo, un anillo con nuestro nombre. Ni mucho menos sabemos cuándo es que el amor verdadero llegará a nuestras vidas. Lo que sí sabemos, es que TODO, pero TODO, está bajo el control de Dios.

Puede ser que por el momento veas todo gris, todo nublado, y sin saber qué hacer. Pero déjame decirte que lo gris jamás empañará la pintura preciosa que Dios está pintando en tu vida. Él es un Maestro en todo lo que hace. Necesitas poner tu corazón en Él.

El versículo de allí arriba nos advierte, que debemos de guardar nuestro corazón. ¿Qué significa? Que debemos de guardarlo en Dios. Debemos depositar nuestra confianza en Él y no en los hombres, porque es del corazón de lo que vivimos. Cuando nos inunda la tristeza, nuestro corazón sufre y nuestro espíritu se abate. Hemos sido creados para ser felices.

El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!” (Salmos 138:8) Aprópiate de este versículo, cree que Dios tiene preparado algo mejor para ti y que Su voluntad es perfecta.

Nos duele olvidar, y muchas veces no olvidamos. Pero si te han decepcionado, o traicionado, perdona de corazón a esa persona, y pon tu mirada en Dios. Puedes mantener una relación de amistad si lo has superado, pero si no, es mejor alejarse para no seguir lastimándose. Date un espacio a solas con Dios.

Mira a tu alrededor, hay personas que te aman y amaron más quizás que tu pareja. Te quieren ver bien, vamos, desde hoy toma la decisión de perdonar y confiar en que Dios te tiene preparado un príncipe o princesa mejor.

Mira más allá de tus ojos humanos y fija tu mirada en los propósitos de Dios. Aprende a esperar en Su tiempo.

No puedes seguir culpándote de los fracasos que hallas tenido, ni muchos menos puedes pasarte la vida llorando por los errores antes cometidos, debes reconocer que si Dios ya te perdonó, entonces eres libre y Dios te ha llamado para ser una victoriosa o un victorioso. Eres más que vencedor en Cristo y los errores que has cometido son sólo experiencias que te ayudaran a madurar espiritualmente y con los cuales algún día podrás ayudar a otras personas que estén pasando por lo mismo.

Aprende a esperar en Dios, pues Él te recompensará en gran manera, así que levántate en el Nombre de Jesús y comienza a tratar de agradar a Dios.

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.” (1 Corintios 13:4-8) Descansa en el amor de Dios. Dios te bendiga.


Sueña y lánzate


Deja en manos de Dios todo lo que haces, y tus proyectos se harán realidad. (Proverbios 16:3)

Creo que todas las personas que están leyendo esto tienen sueños y metas en sus vidas. Desde ser un músico, un profesional en determinada área, tal vez predicador o líder, ser madre o padre, formar una familia; hasta metas a corto plazo como aprobar un examen, que te aumenten el salario, comprar algo que mucho deseas o emprender un nuevo proyecto.

Pero, ¿Cómo vamos a hacerlo si no damos el primer paso? El primer paso es poner de tu voluntad para hacerlo. No sirve de nada que pongas excusas para todo, y ese es un error muy común en nosotros los humanos. “¡Quiero aprobar el examen! Pero recordé que debo hacer algo y no puedo estudiar…”, “¡Quiero conseguir un empleo! Pero no he enviado mi currículum a ningún lado…”, “¡Quiero comprarme tal camisa! Pero el dinero lo gastaré mejor en un taxi hasta mi casa porque hoy no tengo ganas de caminar…”. Siempre buscamos excusas para no asumir nuevas responsabilidades.

Quiero que a partir de hoy las excusas pasen a ser “Ex-cusas” o “Ex-excusas”. Que formen parte de tu pasado, y no de tu presente para que luego no determinen tu futuro. No dependes de lo que NO eres capaz, sino de lo que Dios te ha hecho capaz. Tienes que plantearte metas y sueños y dar el primer paso: Quitar las excusas y poner voluntad.

El segundo paso, es dejarlo en manos de Dios. Tú me dirás, “Sí, ese debería de ser el primer paso, no el segundo”. Pero ¿Cómo vamos a dejarle algo a Dios si nosotros no nos lo proponemos primero? El proverbio de más arriba no dice “deja en manos de Dios todo lo que HARÁS”, dice “todo lo que HACES”, o sea que primero debes de empezar tú poniendo de tu voluntad, y luego dejárselo a Dios para que aquello se cumpla.

Sé que no es fácil, muchos retos se nos presentarán para lograr nuestros sueños pero nada podrá detenernos si durante toda la carrera va Cristo corriendo con nosotros. Atrévete y ten valor de quitar las excusas de tu vida para dar el primer paso en el camino de cumplir lo que deseas alcanzar. Debes de decirte a ti mismo que eres capaz de hacerlo, sin importar que los demás digan lo contrario, Dios cree en ti.

Cuando Dios llamó a Moisés para sacar a los israelitas de Egipto, Moisés no respondió: “Ay sí Señor, a sus órdenes, ya mismo lo hago”. Sino que puso una excusa: no se creía capaz de hacerlo. “Moisés contestó: -¿Y quién soy yo para ir ante él y decirle: “Voy a sacar de aquí a los israelitas”? Dios le dijo: -¡Moisés, yo estaré contigo en todo momento!” (Éxodo 3:11-12). Ya no digas “¿Y quién soy yo para…?”, porque Dios te dice “Sí, tú, tú, tú, ¡eres tú! Estaré contigo en todo momento”.

No temas fallar, tropezar o caerte, pero sí ten por seguro que te levantarás en cada caída. No importan las críticas o el éxito que tengan los demás, tú eres tú y Dios puso sueños en ti que no ha puesto en nadie más sobre la Tierra.

¿Tienes idea de la magnitud de esto? Se estima que somos casi 7 mil millones de personas en el mundo, y lee bien esto: Dios puso en ti sueños únicos porque sabe que sólo tú, de esas 7 mil millones de personas, puede hacerlos realidad.

¿Qué esperas para lanzarte?



El veneno del alma


Luego le dijo a Tomás: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.” “-¡Señor mío y Dios mío!- exclamó Tomás. (Juan 20:27-28)

Hoy con este devocional, quiero ser lo más sincera y directa posible.

En la historia del versículo citado al principio, contaba que Jesús estaba junto a sus discípulos luego de haber resucitado. Lo estaban viendo con sus propios ojos, y aún así, Tomás no lo podía creer. No creía que Jesús, quien había muerto, estuviera frente a él. Y las palabras de Jesús fueron: “No seas incrédulo, sino hombre de fe.

¿Cuántas veces somos incrédulos, en vez de hombres de fe? ¿Cuántas veces negamos a Jesús con nuestros pensamientos y nuestros actos? ¿Cuántas veces hemos pensado que Jesús está lejos de nosotros, muerto, y no frente a nuestros ojos dispuesto a ayudarnos?

Son incontables las veces que dudamos del poder de Cristo. Si Tomás lo veía con sus propios ojos, y le costaba creer, cuánto más nos costará a nosotros creerle si no lo vemos. Pero el mismo hijo de Dios advirtió: “Porque me has visto, has creído -le dijo Jesús-; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.” (Juan 20:29)

¡Dichosos! Eso somos. Somos bendecidos los que andamos por fe y no por vista. Somos bendecidos los que confiamos en Dios en medio de las tormentas. Somos dichosos de tener a un Dios increíble de nuestro lado. Ya no seamos hipócritas.

Toda la Biblia demuestra cuánto Dios aborrece la hipocresía. Todos sus castigos hacia el pueblo de Israel fueron porque “de labios le honraban, pero su corazón estaba lejos de Él…”. “Profesan conocer a Dios, pero con sus acciones lo niegan; son abominables, desobedientes e incapaces de hacer nada bueno.” (Tito 1:16) ¿Te sientes identificado? Yo sí. Porque dudar de Él, significa una lejanía en nuestra relación con Él. Todos dudamos.

Si eres una nueva criatura en Cristo, ya no tienes que tener actitudes de incrédulo. “No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo?” (2 Corintios 6:14-15)

Y no quiero que se malentienda este versículo. “Yunta” es de yugo, refiriéndose a un par de bueyes que trabajan unidos. Entonces: No vivas unido a la incredulidad. Formar yunta con los incrédulos, es vivir como ellos. Vivir como vivías antes. Eso ya cambió hermano, hermana, es necesario que tus frutos demuestren el hombre y la mujer de fe que eres hoy.

Muchas veces, nos apartamos de Dios porque nos critican, porque nos traicionan hermanos de la misma congregación, porque nuestra familia se burla de nuestra fe. ¿Pero sabes qué? La Biblia te manda esto: “Pero si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo.” (1 Pedro 4:16) Llevas el nombre de Cristo, CRISTiano. Vive creyendo en Él y creyéndole a Él. Esa vida es la agradable a Sus ojos.

Pon atención a este último versículo y anótalo en algún lugar para recordarlo: “Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo.” (Hebreos 3:12) Dudar de Dios, lo único que hará, poco a poco, es apartarte de Dios.

La incredulidad es el peor veneno del alma y lo he aprendido en estos últimos meces de mi vida. Si no le creemos a Dios, Él no actúa. No porque no tenga el poder, sino porque Él obra si tu fe persevera.