Hechos, no palabras


“Hijos míos, no debemos limitarnos a decir que amamos, sino que debemos demostrarlo por medio de lo que hacemos”. 1 Juan 3:18 (TLA)

“Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”. 1 Juan 3:18 (NVI)

Dios nos ha creado a Su imagen y semejanza. Nosotros fuimos creados por El Amor. En lo más recóndito de nuestro ser hay un amor sobrenatural que debemos sacar a flote para adorar y servirle a Quien puso ese Amor allí.

Hechos, no palabras. Las palabras se las lleva el viento, aún delante de Dios. ¿Cuántas veces le hemos prometido cosas a Dios o hasta jurado, y no le hemos cumplido? No prometas ni jures, sólo cumple. Dios sabe cada detalle de ti, Él juzga las intenciones, pero no moverá Su mano para bendecirte si no accionas eso que dices sentir por Él.

La frase “Dios te bendiga” se dice como si fuera “Hola, ¿Cómo estás?”. Cristianos que en la iglesia son digno ejemplo a seguir, pero que fuera de ella son malos esposos, malas esposas, egoístas, orgullosos, chismosas. Adolescentes cristianos que sirven en los distintos ministerios, pero fuera de eso andan en discotecas, se juntan con malas amistades, tienen mal vocabulario.

No podemos contradecir lo que decimos creer con lo que hacemos. Dios no se contradice. Si realmente Dios vive en nosotros, no deberíamos de poder contradecirnos. Pero si estamos actuando diferente de lo que pensamos, es porque algo no está funcionando bien.

Todos hemos flaqueado en nuestra relación con el Señor. Pero, debemos entender que al Señor no le importa que nos equivoquemos porque Él bien sabe que lo haremos, a Él le importa que seamos sinceros, transparentes, humildes, sin una máscara. No podemos decir “¡Amén! ¡Aleluya! ¡Te amo Dios!” y en la intimidad no estar manteniendo una relación con Él.

Dios quiere adoradores en espíritu y en verdad, eso significa, que desde lo más profundo de nosotros debe estar el deseo de amarlo a Él. Eso es real. Dios cuando nos creó, dejó en nosotros un vacío tamaño “Dios” que sólo Él puede llenarlo, sólo Él encaja ahí. Perdemos el tiempo amando otras cosas, buscando otras cosas, cuando hay un deseo profundamente de amar al Señor.

Pero nadie dijo que sería fácil. Llevar una vida cristiana digna ante los ojos de Dios es difícil. Todo lo que hagas que agrade del cielo para arriba, desagradará a los del cielo para abajo. Siempre encontrarás gente dispuesta a envidiar o criticar tu trabajo o tu éxito, sin conocer realmente tu esfuerzo. Pero, si hacemos las cosas con sinceridad y buscamos glorificar a Dios mediante nuestro esfuerzo, será Él quien hable bien de nosotros y no la gente. Y eso, te aseguro que debería ser lo principal en nuestra mente a la hora de actuar: Glorificar a Dios.

Es tiempo de hacer las cosas bien. Es tiempo de dejar de hablar tanto y empezar a actuar. Todos nos equivocamos, todos le fallamos a Dios, pero hay que ser realmente inteligentes para reconocerlo, humildes para pedir perdón y sinceros para que Dios nos vuelva a bendecir.

Te invito si quieres, a hacer esta oración: “Señor, sé que me he equivocado contigo. Quiero que me moldees y que me des más sed de Ti. Quiero amarte desde lo más profundo de mi ser porque sé que Tú me amas. Gracias por tu misericordia, y porque a pesar de que te fallo, siempre estás allí. Quiero actuar y no hablar tanto. Quiero cumplir las promesas que te he hecho. Perdóname si me he contradicho, hoy me presento ante Ti y quiero volver a empezar. Te amo Papá. En el nombre de Jesús, Amén”.

La cuestión de cuestionar


Si alguien me dijera: “¿De qué nos va a culpar Dios, si nadie puede oponerse a sus deseos?”, yo le contestaría: “Amigo mío, tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de Dios.” La olla de barro no puede quejarse con el que la hizo, de haberle dado esa forma. El alfarero puede hacer con el barro lo que quiera. Con el mismo barro puede hacer una vasija para usarla en ocasiones especiales, y también una vasija de uso diario. (Romanos 9:19-21)

Preguntar a Dios trae revelación, cuestionar a Dios trae consecuencias.

En Génesis 18:17 leemos “Pero Dios pensó: No puedo ocultarle a Abraham lo que voy a hacer”. Dios se refería al plan de destrucción que tenía para Sodoma y Gomorra. ¿Por qué Dios no podía ocultarle a Abraham lo que haría, siendo Abraham un simple mortal? Porque Abraham era un hombre que jamás había puesto en duda su confianza en Dios. Nuestro Señor le había prometido una descendencia infinita y también le revelaba los planes que Él tenía.

Abraham confiaba en que las decisiones de Dios eran totalmente superiores y mejores que las que él pudiera llegar a tener. Por eso dejó que Dios obrara según Su propósito. Debido a eso, se generó tal amistad, tal fidelidad entre este hombre y su Dios, que el mismísimo Rey del Universo le Revelaba cosas.

Cuando Dios le cuenta a Abraham que pensaba destruir Sodoma y Gomorra, Abraham se atrevió a preguntarle al Señor “¿Y qué pasa con los justos que viven allí?”. Realmente Dios estaba probando a Abraham y ciertamente este humilde hombre aprobó el examen. Abraham no le dijo “Señor, yo creo que te estás equivocando porque allí viven los justos, es un error lo que harás”. ¡No! Abraham estaba pidiendo revelación, quería saber qué pasaría con los justos, qué pasaría con quienes confiaban en Dios.

Hemos llegado a confundir grandemente el concepto entre cuestionar y preguntar. Cuestionar es poner en duda, y preguntar es pedir información o revelación si hablamos en cuanto a lo espiritual. Muchos cuestionan al Creador de todo que si sabe lo que está haciendo o si no, que si se da cuenta cuánto estamos sufriendo o no. “¿Qué he hecho para merecer esto?”

Cuestionamos a Dios día tras día, creyendo que nuestros pensamientos son mejores que los de Él. Mis hermanos, las cosas de Dios no tienen SENTIDO, tienen PROPÓSITO. No trates de guiarte por lo que ves para sacar conclusiones de lo que está sucediendo en tu vida. Porque es mayor aún lo que está sucediendo espiritualmente y no ves, que lo que puedas ver.

Quizás tengas una deuda y sólo ves problemas en tu vida, pero no sabes si hay manos moviéndose en lo espiritual dispuestas a ayudarte. Quizás haya papeles, documentos, trabajos, cosas sin resolver por las cuales ya has perdido toda esperanza, pero no sabes si El Creador está forjando tu carácter mientras en lo espiritual está por darte la solución.

Lo que quiero decir con este devocional, es que ya dejemos de cuestionar a Dios. Sí, Él sí sabe lo que está haciendo en tu vida. Cuando le preguntamos a Dios con humildad en el corazón, Él no nos negará revelación. Él tarde o temprano nos mostrará su propósito, de a poco o quizás cuando ya esté llegando a su fin, pero de cierto lo hará.

Cuestionar a Dios es dudar de su poder. Es decirle “No Señor, realmente déjame hacer las cosas a mi manera porque Tú te tardas mucho”.

Las acciones de Dios nos parecerán locas, disparatadas e insólitas, pero tenemos una promesa eterna de que a los hijos de Dios todas las cosas nos ayudan a bien conforme al PROPÓSITO que hemos sido llamados en CRISTO. Tenemos la promesa de que no sólo somos vencedores, sino MÁS que vencedores en CRISTO. Y que si eso fuera poco, TODO siempre lo podremos en CRISTO que nos fortalecerá.

¿A dónde estamos llevando a Dios?


“Muchas cosas en el mundo hacen que la gente desobedezca a Dios, y no hay manera de evitarlo. Pero ¡qué mal le irá a quien haga que otro desobedezca a Dios! Si lo que haces con tu mano o con tu pie te hace desobedecer a Dios, mejor córtatelos y tíralos bien lejos. Es mejor vivir para siempre sin una mano o sin un pie, que ir al infierno con las dos manos y los dos pies. Si lo que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácatelo y tíralo lejos. Es mejor vivir para siempre con un solo ojo, que ser echado al infierno con los dos”. Mateo 18:7-9

Caminar con Dios requiere que nos movamos según Su dirección

En este último tiempo me he encontrado muchas veces analizando las cosas de este mundo. (Todo el libro “Eclesiastés” trata sobre un análisis de la vida en este mundo según el “Predicador”). Pero no he ido muy profundo, solamente miraba a mi alrededor. Y me doy cuenta en Mateo, que Jesús tenía mucha razón en cuanto dijo: Muchas cosas en el mundo hacen que la gente desobedezca a Dios, y no hay manera de evitarlo.

Es inevitable que salgas a la calle y te encuentres con tentaciones, no hablo de tentaciones grandes, hablo de los detalles que nos hacen desobedecer a Dios. Hablar mal de alguien, vivir quejándonos, ser malagradecidos, usar malas palabras, negar a Dios cuando nos pregunta alguien del mundo “¿Eres Cristiano?” y tú con pena diciendo “Ah…em…Sí, soy cristiano”.

Es cierto que Dios nos dio dos ojos, pero no podemos cerrar un ojo mientras alabamos y con el otro miramos a la hermana de al lado, que si se ve bonita o si tiene algún defecto. Es cierto que Dios nos dio dos manos, pero no podemos levantar una mano en adoración y con la otra estar tocando drogas o alcohol. Es cierto que Dios nos dio dos oídos, pero no podemos estar con uno escuchando Palabra y prestando el otro para escuchar chismes. Es cierto que Dios nos dio dos pies, pero no podemos hacer que uno vaya en Su camino y el otro en el mundo. ¡Ya no! ¡Fuimos llamados a vivir en Santidad!

¿A dónde estás llevando a Dios? “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas”. (Josué 1:9) Bien se nos dice: Dondequiera que vayas. ¿A dónde estás llevando a Dios? ¿Fiestas o a lugares que no le agradan o con amistades que se burlan de Él? En la intimidad, ¿A dónde lo estamos llevando? A estar todo el día frente a un televisor viendo fútbol y chismes de famosos o a la computadora, cuando fuera de todo el mundo virtual hay gente que aún no Lo conoce.

Jóvenes y no tan jóvenes que pasan horas y horas en las redes sociales, pero que de 65 publicaciones que hacen sólo 2 hablan de Dios. Si Dios pudiera darle LIKE a tus cosas en Facebook, ¿Recibirías muchos LIKE o lo decepcionarías? Si Dios pudiera darte RETWEET en tu Twitter, ¿Lo haría o diría que NO te conoce?

Mis hermanos, no digo que esté mal usar una computadora o pasar tiempo con amistades, pero te pregunto: ¿Estás llevando a Dios allí? O ¿Lo has dejado en un cajón escondido? Hemos sido llamados a vivir en Santidad. Somos hijos del Rey, hijas del Gran Yo Soy, príncipes y princesas, niñas de sus ojos, herederos de Su Reino, pero ¿estamos viviendo como tales?

Caminar con Dios requiere que nos movamos en Su dirección. Hay cristianos realmente confundidos, que creen que pueden hacer a Dios a su imagen y semejanza cuando es Dios quien los ha hecho a Su imagen y semejanza. Nosotros no creamos a Dios, Él nos creó a nosotros. Debemos dejar que Él nos guíe y seguir Su dirección. Esa es la mejor dirección que podemos tomar jamás.

No será fácil el camino que lleva a la vida eterna, escrito está. Pero quien va por el camino angosto, quien atraviesa la puerta estrecha, quien camina con valentía llevando a Dios a donde vaya, quien brilla porque Cristo está dentro suyo, quien no teme a las adversidades porque cuenta con un Gran Dios, quien cuenta más sus bendiciones que sus problemas: ESE HERMANO, ESA HERMANA, vivirá en la eterna Gloria de Dios. Verá a Cristo cara a cara.

Seamos valientes, Dios va con nosotros donde quiera que vayamos. Ya no permitamos que las cosas externas de nuestra vida contristen nuestro espíritu. Venzamos cualquier oposición en el nombre de Jesús y fijemos nuestra mirada sólo en Él. Pidámosle perdón al Padre si hemos cometido errores, pero ya no sirvamos a dos señores. Sólo Dios hace al hombre feliz.

Quedarse en el molde


“Los hijos de Dios escuchan con atención todo lo que Dios dice. Pero ustedes no le ponen atención porque no son sus hijos”. (Juan 8:47)

Nos gusta cuando Dios aprueba las cosas que estamos haciendo. Nos encanta que Él nos bendiga. Amamos que nos hable, que nos busque, que nos muestre día a día Su amor y misericordia. Todo eso es cierto, pero también es cierto que no nos gusta cuando nos llama la atención o cuando nos corrige.

En esta ocasión Jesús hablaba con los judíos que querían matarlo. Jesús proclamaba ser el Hijo de Dios, y los judíos no creían (y hasta hoy en día, en su mayoría, no lo creen). No querían abrir sus ojos. No querían que la base de su fe “Dios como único Dios”, fuera transformada por “Dios envió hijo Salvador” como se les había sido anunciado.

Tenían que hacer un cambio drástico en su vida. Primero que nada humillarse y reconocer que Jesús era el hijo de Dios. Segundo, tenían que obedecer y creen en alguien con quien sus ojos veían, no sólo a un Dios que no veían. Tercero, debían soportar seguramente críticas de los que aún sabiendo esto no quisieran aceptar a Cristo. Preferían “quedarse en el molde”. Pero allí está el problema.

Hay cristianos que parecen más judíos que otra cosa. Hay cristianos que se quedan en el molde. Se hacen los sordos a la Voz de Dios, no les gusta que Dios les diga “Si eres mi hijo no puedes tener las mismas actitudes que tenías cuando no lo eras”. Cristianos desobedientes no son cristianos de corazón. ¡Ojo! No estoy diciendo que no te equivocarás o que no le serás desobediente en algún momento de tu vida a Dios; estoy diciendo que no puedes vivir a tu antojo ya, estoy diciendo que es momento de escuchar la voz de Dios.

“Por eso hay que hacer lo que el Espíritu Santo dice: “Si hoy escuchan la voz de Dios, no sean tercos, como aquellos israelitas, que no quisieron obedecerlo en el desierto. Ellos quisieron ver hasta dónde soportaría Dios su desobediencia”. Por eso Dios les dijo: “Aunque los traté bien durante cuarenta años, sus antepasados me pusieron a prueba en el desierto. Entonces me enojé, y les hice ver que vivían en el error, pues no obedecían mis mandamientos. Por eso, ya enojado decidí: No voy a permitirles entrar en la tierra prometida, donde los habría hecho descansar”. ¡Cuidado, hermanos! No piensen en lo malo, ni dejen de confiar en el Dios que vive para siempre, para que no se aparten de él”. (Hebreos 3:7-12)

No perdamos más las bendiciones por ser desobedientes. Quizás la obediencia que Dios te está pidiendo es pequeña, es en aquella área de tu vida que está fallando, es en aquella envidia, celo, orgullo, aquel asunto de tu pasado, aquel dolor por el que sufres cada día, Dios te pide obediencia para poder bendecirte.

Sepamos apreciar el valor del amor de Dios. Tenemos que ablandar nuestros corazones y derramarlos ante Él. Todos de niños hemos sido regañados por algún mayor, y con los años nos hemos dado cuenta que ha sido para nuestro bien.

Así mismo Dios nos corrige, aún cuando seamos ancianos nos corregirá. Yo no sé qué desobediencia te está robando la bendición, pero debes orar mucho por ellos. Si eres hijo de Dios, escucha a tu Padre en todo momento. Ponte feliz cuando Dios te felicita y también cuando te llama la atención, porque siempre será para tu bien.

Sal del molde, es un problema gigante vivir en desobediencia porque ya sabes que traerá sus consecuencias. Pero nuestro Rey está a una oración de distancia, el arrepentimiento no tiene fecha. Así que si necesitas hablar con Él, recuperar tu comunión, recomiendo que lo hagas ahora. Muchos se excusan con que “no tienen tiempo” de orar o de leer la Biblia, pero sí tienen tiempo de estar leyendo esto. Ve a orar, ve a hablar con tu Papá, Él no endurece su corazón cuando escucha tu voz.

Cuando aprendemos del Maestro


“Cuando las cosas se piensan bien, el resultado es provechoso. Cuando se hacen a la carrera, el resultado es desastroso”. Proverbios 21:5

Usemos nuestra inteligencia para adquirir sabiduría

Todos nosotros alguna vez hemos tenido un proyecto en mente que no pudo prosperar, un trabajo que fracasó, o alguna meta que no pudimos cumplir. No siempre esos proyectos son “malos” y por eso no se cumplen, sino que muchas veces no son la voluntad de Dios para tu vida.

Dios ha dejado dentro de nosotros a su Espíritu Santo, él es quien nos guía y nos ayuda a decidir qué está bien y qué está mal. Lo cierto es que, la Biblia misma lo dice, muchas veces creemos que hay cosas que hacemos que están bien pero ante los ojos de Dios no lo están.

El Salmo 90:12 “Enséñanos a pensar cómo vivir para que nuestra mente se llene de sabiduría” nos da una clave indispensable para prosperar en nuestra vida: Pedirle a Dios que nos enseñe. Él es el Gran Maestro. Nuestra mente, no sólo nuestro espíritu, debe estar llena de sabiduría. Debe desear la presencia de Dios, y por consecuencia, debe buscar la EXCELENCIA para Dios.

Es decir, cuando estamos llenos de sabiduría, entenderemos que los planes puestos primeros en las manos de Dios, tomarán una forma provechosa para tu vida. Los planes que fueron puestos primeros en tus manos, posiblemente fracasen o en algún momento terminen.

Con esto no quiero decir que nosotros no podemos pensar por nosotros mismos o que somos inútiles. ¡No! Estoy diciendo, que usemos nuestra inteligencia para adquirir SABIDURÍA, y así de la mano de Dios, poder iniciar aquellos proyectos que han sido creados en la mente de Dios, no en la nuestra.

Como humanos tenemos un defecto: nuestra vida terrenal es corta. Como Dios es eterno, hace las cosas a Su tiempo y ¡para nosotros nos parece muchas veces que actúa lento! Creemos que si las cosas no suceden YA en nuestras vidas es porque Dios ya ha dicho que NO. Hermanos: La sabiduría da paciencia. En Eclesiastés se nos dice claramente: “Todo bajo el cielo tiene su tiempo…” (Eclesiastés 3:1). No tratemos de apurar a Dios.

Mientras Dios actúa en silencio en nuestras vidas, nosotros debemos ocuparnos de buscar sabiduría. Porque claro, nuestra vida terrenal, nuestros minutos y días y horas, pasan volando. Así como a algunas frutas se les exprime su jugo para aprovecharlas al máximo, debemos exprimir nuestro tiempo para aprovecharlo al máximo. Tenemos que buscar la sabiduría de Dios en nuestro diario vivir.

Claro que nos equivocaremos, Dios ya lo sabe. Pero él prueba los corazones. El mismo proverbio de allí arriba, pero tres versículos antes dice: “A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones”. ¿Qué quiere decir esto? Que muchas veces actuamos por inteligencia, pero no por sabiduría. Creemos que lo que hacemos está en los sueños de Dios, pero cuando Dios ve nuestros corazones se da cuenta que nuestro fin con ese proyecto no es destinado para Su gloria sino para la nuestra.

Por eso mismo y sin más extenderme, creo que la clave para prosperar (socialmente, económicamente, familiarmente, en tus estudios, en tu trabajo) es usar nuestra inteligencia para adquirir sabiduría. Los planes hechos a las apuradas, rápido terminan. Pero los planes que están hechos de corazón para Dios, aquellos planes que cuando se cumplen dices “Gracias Señor por esto, la Gloria es para ti”, esos planes son los que a Dios agradan y los que hará que prosperen.

Puedes hacer esta oración si gustas: “Señor, sé que en más de una ocasión no te he tomado en cuenta en mis decisiones y proyectos. Te pido perdón. A partir de hoy, quiero que seas tú quien guíe mis pasos y me lleve a donde debo estar. Mi Dios, confío en Ti y sé que no me harás fracasar. Encomiendo mi corazón. Te busco con inteligencia y amor, para que me muestres tu sabiduría. Gracias por estar siempre conmigo y en mí. Amén. 

¡Quítale el polvo a tu Biblia!


"No te dejes llevar por las tentaciones propias de tu edad. Tú eres joven, así que aléjate de esas cosas y dedícate a hacer el bien. Busca la justicia, el amor y la paz, y únete a los que, con toda sinceridad, adoran a Dios y confían en él. No prestes atención a discusiones que no ayudan en nada. Los que así discuten siempre terminan peleando. Un servidor de Dios no debe andar en peleas. Al contrario, debe ser bueno con todos, saber enseñar, y tener mucha paciencia. Y cuando corrijas a tus enemigos, hazlo con humildad. Tal vez Dios les dé la oportunidad de arrepentirse y de conocer la verdad. Se darán cuenta entonces de que cayeron en una trampa del diablo, y lograrán escapar. Por el momento, el diablo los tiene prisioneros y hace con ellos lo que quiere". 2 Timoteo 2:22-26

Cuántos y cuán buenos los consejos los que se nos dejan en la Biblia. Y cuántos y cuán pocas veces los aplicamos en nuestras vidas. Hace unos meses me llegó al correo una noticia que hablaba sobre la Biblia. Decía que en República Checa se cree que más del 50 por ciento de la población es atea, pero, que sin embargo, el 90 por ciento conocía de la Biblia.

Aún ellos siendo ateos, consideran a la Biblia como una guía moral (rechazan que sea la palabra viva de Dios). Lo que a mí me llama la atención, es cómo una persona que no conoce a Dios puede seguir los consejos que allí están y nosotros, siendo cristianos, nos cuesta tanto ¡Pareciera un chiste! Ateos checos AFIRMAN que la Biblia es un libro DIGNO de tomar como ejemplo para saber cómo actuar en la vida. ¿Y tú qué crees?

Para nosotros la Biblia no sólo nos sirve de guía, sino que creemos que es la Palabra de Dios. Cuánto más llena de polvo esté nuestra Biblia, más hechos polvos estaremos nosotros. A veces vemos hermanos que llegan a la iglesia con su Biblia toda viejita y gastada, a mí no me queda más que decirle “¡Lo felicito! ¡Su Biblia gastada demuestra que la lee y que usted no está gastado!”.

Jóvenes y no tan jóvenes, aprendamos a comportarnos para que hablen bien de nuestro Señor Jesús. Ya no podemos hacer lo que queremos. Siempre he dicho, podemos hacer lo que queremos, dónde queremos, con quién queremos y cuando queramos, PERO si Dios nos lo permite. Muchos han confundido libertad con libertinaje y pierden su testimonio al tratar de agradar a otras personas antes que a Dios.

Pablo nos deja varios puntos a tomar en cuenta en el versículo de allí arriba:

No te dejes llevar por las tentaciones propias de tu edad. Tú eres joven, así que aléjate de esas cosas y dedícate a hacer el bien: No dejes que te convenzan de hacer cosas que sabes que no están bien. Piensa antes de hacer algo que si lo que harás glorifica a Dios y si es lo que Jesús haría en tu lugar. Si tus manos tocan algo o tus ojos ven cosas que no agradan a Dios, trata de desviarlas para la rectitud nuevamente.

Busca la justicia, el amor y la paz, y únete a los que, con toda sinceridad, adoran a Dios y confían en él: Aquí considero que se nos habla de las amistades. Pablo afirma que no nos conviene estar con los que “de la boca para afuera” aman a Dios solamente, sino los que de corazón lo hacen. Las personas que no viven en paz o que guardan odio en su corazón, son las mismas que aún no aman a Dios de forma sincera. Únete a la gente que te sea de bendición, no de tropiezo, pero ora por aquellas almas.

No prestes atención a discusiones que no ayudan en nada. Los que así discuten siempre terminan peleando. Un servidor de Dios no debe andar en peleas: He visto hermanos meterse en temas donde no los llaman o buscándole el pelo al huevo donde no lo tiene. Eso sólo creará conflictos y quitará la tranquilidad de tu vida. Además recuerda que TODOS formamos parte del cuerpo de Cristo, si peleamos, es como si a Él estuviéramos hiriendo. Un servidor de Dios no debe andar en peleas ni contiendas.

Al contrario, debe ser bueno con todos, saber enseñar, y tener mucha paciencia. Y cuando corrijas a tus enemigos, hazlo con humildad: Este es quizás el punto que más debemos aplicar. A veces a la hora de enseñar, se nos termina la paciencia o nos domina cierta soberbia. Creemos que porque el otro está pecando o haciendo algo mal, tenemos el derecho de perder la humildad y creernos más que ellos por estar pecando. ¡No te equivoques! “Quien esté libre de pecado tire la primera piedra…” No podemos juzgar ni ponernos en un nivel más alto de nadie, debemos tomar actitud de Cristo y con respeto y paciencia instruir a quienes recién pisan los caminos de Dios. Así, ellos aprenderán y ganarán la oportunidad de arrepentirse, pedir perdón y enseñar a otros.

Por último, Pablo nos da el motivo por el cual muchos cristianos tienen todas las actitudes anteriormente mencionadas: “Se darán cuenta entonces de que cayeron en una trampa del diablo, y lograrán escapar. Por el momento, el diablo los tiene prisioneros y hace con ellos lo que quiere”. Son prisioneros del diablo. Cristo nos ha hecho libres mis amigos, si ya te has convertido, deja esas actitudes que Dios está pidiéndote que dejes.

Deja el chisme, deja la mentira, deja el orgullo o la soberbia. Yo no soy ninguna santa, soy tan pecadora como ustedes; pero si hay algo que me duele, es que quien queda mal es siempre Jesús y no nosotros. Ya no lo humillemos. Ateos toman los consejos de la Biblia y nosotros los rechazamos. ¡Vamos! Quítale el polvo a tu vida, a tu Biblia, léela, créela y créele a Dios, que lo más maravilloso de todo es que Él está listo para perdonarte, limpiarte, quitarte el polvo, levantarte y bendecirte.

El ancla del alma


Ahora bien, como Dios no miente, su promesa y su juramento no pueden cambiar. Esto nos consuela, porque nosotros queremos que Dios nos proteja, y confiamos en que él nos dará lo prometido. Esta confianza nos da plena seguridad; es como el ancla de un barco, que lo mantiene firme y quieto en el mismo lugar. Y esta confianza nos la da Jesucristo, que traspasó la cortina del templo de Dios en el cielo, y entró al lugar más sagrado. Hebreos 6:18-19 (TLA) 

Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que su propósito es inmutable, la confirmó con un juramento. Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros. Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario. Hebreos 6:17-19 (NVI)

Los negativos o los optimistas. Los que toman oportunidades o los que las dejan. Los que siguen adelante o los que se echan atrás. Los que tienen fe o los que dudan. Los exitosos o los fracasados. La sociedad ha puesto etiquetas a la gente según la actitud que toman frente a las circunstancias de la vida.

Aunque seamos cristianos y sepamos que en Cristo tenemos la victoria asegurada, dudamos. Eso no significa que no elijamos seguir adelante, pero lo hacemos dudosos. Avanzamos con los pasos flojos, no firmes. ¿Qué esperamos? Dios no miente, Él ha prometido y ha Jurando en su propio nombre que Su palabra es verdad, que todas sus promesas se cumplirán si le creemos.

Ahora bien, he puesto dos versiones para que podamos interpretar bien lo que Dios nos quiere decir. En la primera versión, dice que nosotros queremos que Dios nos proteja, lo cual es cierto, y afirma que la confianza en Él es un ancla que nos hace estar firmes y quietos en el mismo lugar. Tú sabes que el ancla en los barcos es muy pesada y se tira al agua cuando quieren que el barco se detenga.

Pero nuestra confianza no debe ser estática, es decir, no significa que como confiamos en Dios nos vamos a quedar quietos en un lugar de comodidad. ¡No! Al contrario, lo que Dios nos está diciendo, es que al tener esta confianza en Él, avancemos, avancemos y avancemos bajo Sus alas, no que nos quedemos quietos.

Por eso he puesto la segunda versión la cual aclara “tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros”. La esperanza de que Dios está con nosotros hasta el fin de nuestros días, no debe ser para quedarnos en una zona de comodidad, sino para avanzar. Para ir por más, para conquistar, para vencer, para saber que pase lo que pase tenemos refugio.

No sé si alguna vez habrás visto carreras de caballos por televisión o en alguna película. Para entrenar a los caballos que competirán, a la par de la pista de carreras corre un auto con una vara y alimento en su punta. Ese auto va adelantado al caballo y la parte del alimento le sirve de estímulo para correr. Así los entrenan para que, el día de la carrera, corran como si fueran a recibir de premio ese alimento.

Así mismo Dios quiere que seamos. Él quiere que la esperanza la pongamos por delante de nuestros problemas y decisiones. Él quiere que nuestra ancla del alma sea la esperanza. Que sepamos que al final de la carrera recibiremos nuestro premio. Que por más que no veamos a veces la vara con el alimento y nos sintamos solos, sabemos que hemos sido entrenados para vencer. Sabemos que Dios nos ha dejado a Jesús como meta. ¡Afirma tus pasos!

Dios quiere demostrarnos a nosotros, los herederos de su promesa, que su propósito para nuestras vidas jamás va a cambiar, quiere hacernos ver que Él es firme y que quiere que nosotros seamos firmes también. ¿Cuál es el ancla de tu vida? ¿Estás en zona de comodidad o quieres ir por más? Es TAN poderosa la esperanza de un día estar en presencia de nuestro Señor que no podemos negarla. Ya no seas cómodo, échate a correr porque Dios hará firmes tus pasos.

¿A quién te pareces?


Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él. 2 Corintios 3:17-18

Durante toda nuestra infancia nos han comparado con nuestros familiares, o tíos, o primos, o abuelos. Seguro a ti te han dicho “Eres muy parecido a tu papá”, “Tú tienes los mismos gestos que tu mamá”, “Esos ojos los has sacado de tu abuelo”, “Tienes rasgos de tu abuela”. Siempre nos han comparado, es típico.

En lo personal toda la vida me han comparado con mi papá. Y pensando en esto, yo entendí…Si como cristianos hemos vuelto a nacer, también la gente tiene que compararnos con nuestro nuevo Papá. Papá Dios. ¿Nos estamos pareciendo? O ¿Seguimos pareciéndonos a quien reina en el mundo, Satanás? ¿Qué actitudes de Jesús estamos teniendo y cuáles estamos rechazando?

Pablo comenzaba explicando esto con una comparación: Dios y Su espíritu (que está en nosotros) son uno mismo, donde está el Espíritu de Dios (que está en nosotros, repito) hay LIBERTAD. Por lo tanto, dentro de ti ¿Hay libertad? O ¿Aún tienes actitudes que tenías antes de volver a nacer? ¿Algo te ata? Quizás estés atado a ser chismoso, al egoísmo, al orgullo, al hablar de más, tal vez algún vicio como el alcohol o la pornografía, pero lo cierto es que si tú has nacido de nuevo, dentro de ti no tendrían que existir estas cosas.

Nosotros ya no tenemos un velo que nos cubra la cara. Quizás muchos de los que estén leyendo esto hayan nacido en familia cristiana (aunque seguro alguna vez buscaron la felicidad en cosas que no eran de Dios). Déjenme explicarles. Cuando yo estaba en el mundo vivía con un velo en la cara. Tratábamos de ponernos una máscara buscando la felicidad en cosas que no nos llenaban realmente. Creíamos que éramos felices pero por dentro nuestras almas estaban vacías.

Hemos vuelto a nacer, ahora somos como somos y somos lo que somos ¡Ya basta de aparentar! Dios ve y sabe cada uno de nuestros secretos. Claro está escrito en el versículo “Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida”. Si verdaderamente somos hijos del Señor, nos tenemos que parecer a Él. Nuestras actitudes deben reflejar la grandeza de Dios. Nuestro testimonio debe demostrar que hemos cambiado.

Claro que no somos perfectos, dice la Biblia que es Dios quien nos irá perfeccionando hasta cumplir Su obra en nosotros. Dejemos que Dios nos moldee. Si nosotros actuamos mal y decimos ser hijos de Dios, el nombre que se ensucia es el santo nombre de Jesús, no el nuestro. Gracias al Espíritu Santo que vive en nosotros es que nos parecemos más a nuestro Papá.

Entonces te pregunto, ¿A quién te estás pareciendo? ¿A Jesús o al padre del mundo? Mis hermanos, yo no soy perfecta. Pero el día de mañana, hoy mismo y siempre, quiero que cuando me vean caminar, hablar y responder, me digan “Realmente tú te pareces a tu Papá”, “En verdad tú eres una hija de Dios”, “De veras que esa actitud es la que Jesús hubiera tenido, te pareces a Él”.

No quiero ser Jesús, sólo Él es Él. Pero si somos hijos de Dios, debemos parecernos a Él, buscando agradarle y darle la Gloria. ¿Cuántos de ustedes quisieran que les dijeran “Te pareces a Jesús”? ¿¡Cuántos?! Yo seguro. Así que pídele a Dios que te guíe e instruya. Porque desde que has vuelto a nacer, ya no tienes un velo en tu cara. Tu felicidad es Jesús, y tu meta es el cielo. Sigue en el camino tratando de forjar el carácter de Cristo.

¿Quién te dijo que te levantaras?


“Jesús le dijo: “Levántate, alza tu camilla y camina”. En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar. Esto sucedió un sábado, que es el día de descanso obligatorio para los judíos. Por eso, unos jefes judíos le dijeron al hombre que había sido sanado: “Hoy es sábado, y está prohibido que andes cargando tu camilla”. Pero él les contestó: “El que me sanó me dijo: “Levántate, alza tu camilla y camina”. Ellos preguntaron: “¿Y quién te dijo que te levantaras y caminaras?”.” (Juan 5:8-12)

Jesús no tiene día para sanarnos. Él jamás dirá “Mejor lo dejo un día más sufriendo y mañana lo sano”. Jesús no descansa. La Biblia dice que los descansos de Jesús eran para estar a solas con Dios, pero jamás se negó a ayudar a quien confiara en Él.

Es cierto que por momentos puede ser que Dios se mantenga distante, pero eso no significa que tenemos que sufrir por eso. Si nosotros confiáramos en que aún en Su silencio Dios está obrando y que no tenemos nada de lo que preocuparnos, otra sería la historia. Pero muchas veces sin quererlo optamos por sufrir. Nuestra fe y confianza en Dios titubea.

Yo no quiero echarle la culpa al diablo de todo lo que nos pasa porque sería darle más importancia de la que realmente tiene. Pero quiero que analicemos la historia que sucede en el versículo de allí arriba.

Había una piscina en la cual se creía que sus aguas sanaban a los enfermos por medio de un ángel. Jesús estaba de paso por esa zona, y vio a un hombre paralítico mirando hacia la piscina, pero sin poder moverse hacia ella debido a su discapacidad. El hombre llevaba 38 años siendo paralítico. ¿Puedes imaginar la vida de este hombre? 38 años viendo cómo otros enfermos se sanaban delante de sus ojos. 38 años de pedir ayuda, pidiendo que alguien lo alcanzara hacia las aguas para sanarse, y nadie hacía nada por él sino que eran los primeros en meterse en el agua. 38 años en los que veía cómo le robaban la bendición. No puedo imaginar lo que ese hombre debía sentir, por sobre todo frustración.

Pero Jesús le hizo una pregunta clave “¿Quieres que Dios te sane?”. Imagino al paralítico anonadado, era la primera persona en 38 años que se había preocupado por él. Pero este hombre, seguramente ya frustrado, no respondió ni sí ni no; sino que le explicó a Jesús que no tenía quien lo ayudara, que nadie lo acercaba hacia las aguas; el paralítico no se daba cuenta que Jesús era quien quería sanarlo.

Cuántas veces nos hemos paralizado ante una situación. Cuánto tiempo hemos pasado sufriendo en vez de confiando. Cuántas veces vimos que nos robaban la bendición y cuántas veces más el diablo (porque sí es él) nos ha dicho “¿Quién te dijo que te levantaras?”.

Como cristianos hay una parte de nosotros que siempre nos dice que nos levantemos, y ese es Jesús. Es Jesús quien mueve cielo y tierra para que los hijos de Dios tengamos victoria. Pero otra parte de nosotros cree que no puede, y es el diablo diciéndonos que no podemos levantarnos.

A este hombre, le habían dicho que “era día de descanso”, que no podía cargar su camilla, que nadie le había ordenado levantarse y caminar. A nosotros, simplemente se nos dice “No podrás”, “Luego de todo lo que has pasado no puedes levantarte”, “Nadie se preocupa por ti”, “¿Por qué Dios permite que sufras? No te ama”.

En la cruz Jesús nos dijo con su sacrificio: Levántate una y otra vez, yo he vencido al mundo. Levántate, porque siete veces cae el justo y se vuelve a levantar. Levántate, porque te he dado el poder para pisar al enemigo. Levántate, porque no descanso para darte paz. Levántate, no le creas al diablo.

Dios a veces está distante pero siempre nos cuida y actúa a nuestro favor. ¿Hace cuánto tiempo cargas con eso que tanto te pesa? ¿Hace cuánto estás sufriendo? ¿Hace cuánto estás paralizado? ¿Hace cuánto esperas ayuda y no ves que Jesús está preguntándote “¿QUIERES QUE DIOS TE SANE?”? Créele a Dios, Jesús te ha dicho hoy que te levantes.