¡Sí, Señor!


Pero Dios me tocó los labios y me dijo: “No digas que eres muy joven. A partir de este momento tú hablarás por mí. Irás a donde yo te mande, y dirás todo lo que yo te diga. No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte. Desde hoy tendrás poder sobre reinos y naciones, para destruir o derribar, pero también para levantar y reconstruir”. (Jeremías 1:7-10)

Cuando le damos el “Sí” a Dios, es un “Sí” a TODO lo que Él diga.

A veces veo la vida cristiana como una carrera universitaria. Cuanto tú eliges una carrera universitaria, o quizás un trabajo, hay materias y tareas que no te gustarán hacer, que no querrás hacerlas o que no te interesen, pero sabes que si no las haces, todo acaba mal. Cuando tú dice “Sí, estudiaré medicina”, no puedes decir “Bueno, pero no cursaré la materia de biología…ni la de anatomía porque son difíciles”. ¡Simplemente no se puede!

Lo mismo pasa en la vida con Dios. Cuando le damos el Sí a Dios en nuestro diario vivir, es un Sí a TODO lo que Él diga, no sólo a las cosas que nos gustan. Y eso es algo que, en su mayoría, a los jóvenes nos cuesta: Hacer lo que Dios nos pide.

A veces se trata de más oración, más lectura de Su palabra, más asistencia en la iglesia, más servicio, mejor lenguaje al expresarnos. Pero otras veces, es dejar las cosas que cuando estábamos en el mundo nos gustaban, dejar de ir a esos lugares, dejar tal amistad que no me edifica, dejar aquel vicio, usar un lenguaje inapropiado sólo porque tus “amigos” lo usen.

Es difícil ser joven y marcar la diferencia, mas no imposible. La Biblia nos lo demuestra claramente con Jeremías. Dios lo había escogido para nada más y nada menos que enfrentar a toda una nación y anunciarles que Dios los castigaría ¡Cuánta responsabilidad! Pero Jeremías, como todos nosotros, no sabía cómo marcar la diferencia. Le dijo a Dios “Señor…soy joven…no sé hablar en público”.

Déjame decirte algo, sí, eres joven, pero antes de eso eres un Hijo del Rey de Reyes. No podemos limitarnos. No podemos negarnos a hacer las cosas que Dios nos pide. Ya no seamos desobedientes. Las cosas que Dios hace en nuestra vida son para nuestro bien, y la que nos pide que hagamos, son para Su propósito.

¿Cuántos de nosotros, como dice el versículo, estamos diciendo lo que Dios diría, yendo a donde Dios nos dice y haciendo lo que Él nos pide? Todos fallamos. Pero en nuestro corazón debemos guardar aquel sencillo versículo de allí arriba: “No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte”.

Cada vez que desesperes porque no sabes qué hacer frente alguna situación, o si te sientes perdido o perdida, clama a Dios.

Con nuestros actos y palabras tenemos el poder de destruir y construir, está escrito en el mismísimo pasaje. ¿Construir y destruir cómo? En primer lugar, eres tú quien determinará tus actitudes frente a las situaciones: puedes construir tu vida haciendo la Voluntad de Dios, o puedes destruirla permaneciendo fuera de ella. Y en segundo lugar, eres tú quien determinará cómo reacciona tu entorno frente a tus actitudes: puedes construir una relación tan grande con Dios que quienes se te acerquen quieran acercarse a Dios también; o puedes destruir amistades, relaciones amorosas, trabajos que tanto te costaron, por dejar a Dios fuera de eso.

A partir de hoy, con este devocional, quiero que entiendas que no debes tener miedo a cambiar. No debes tener miedo a hacer lo que Dios te pide. Papá nos ama y jamás haría algo que pudiera dañarnos tanto como para estar lejos de su misericordia. Recuerda hoy al acostarte, que Dios te dice “No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte…”, reflexiona, medita, y mañana despierta con una actitud de un verdadero hijo de Dios.


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