El Poder de Dar


No tengo plata ni oro -declaró Pedro-, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! (Hechos 3:6 NVI)

Sin embargo, Pedro le dijo: “No tengo oro ni plata, pero te voy a dar lo que sí tengo: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, te ordeno que te levantes y camines.” (Hechos 4:6 TLA)

Cuando damos, siempre recibimos bendición.

La palabra “dar” muchas veces es mal usada. Creemos que el dar es un sacrificio, una obligación, algo que nos cuesta hacer. Se nos ha enseñado casi siempre en cuanto a dar dinero, a donar a los pobres, a ser solidarios. Pero todo está bastante lejos de la Palabra de Dios.

En el versículo de allí arriba, en ambas versiones, Pedro comienza diciendo “No tengo plata ni oro”. Tú sabes que en esa época eso era su moneda. Pero ¿Pedro no dio nada entonces? No, al contrario, le dio sanidad a una persona. A veces lo que debemos de dar simplemente es un abrazo, una sonrisa, invitar a una persona a comer algo y platicar, un consejo, atención. Nos hemos limitado a dar creyendo que debemos esperar algo a cambio.

Eso es en donde nos equivocamos. Jesús daba sin ningún tipo de interés. Sí, ya sé que Jesús es Jesús y que tú eres tú. ¡Pero a Cristo es a quien debemos imitar! La Biblia es tan clara cuando dice en Hechos 20:35 “Recuerden lo que nos dijo el Señor Jesús: “Dios bendice más al que da que al que recibe”.” Cuando damos, siempre recibimos.

Quizás no de la misma persona, quizás lo que recibas sea palabra de Dios, bendiciones espirituales, pero ciertamente recibirás.

Sucede con el diezmar ¿Es un sacrificio? Para muchos sí ¿Por qué? Porque no han entendido que Dios ama al dador que da con alegría (2 Corintios 9:7). Nos cuesta diezmar u ofrendar porque no entendemos que damos a la gente, pero recibimos de Dios. Creemos que las iglesias “roban” dinero, en vez de comprender que cuando damos, robamos bendiciones del cielo.

No sólo monetariamente nos cuesta dar. ¿Cuántas veces un hermano o hermana ha necesitado un consejo y hemos dicho “No tengo tiempo”? Eso también es dar. Hay mucha gente que necesita ser escuchada, necesita recibir palabra de Dios, y tú eres un instrumento del cielo que debe estar dispuesto a todo.

Aprendamos que el dar no es una obligación, no es una ley, no es una regla, no es una tristeza, no es un esfuerzo, no es un dolor. Dar es recibir. Dar es la oportunidad que nos da Dios para recibir sus bendiciones. Si nos quedamos con lo que el Señor nos ha dado en las manos, y no lo compartimos, ¿Cómo tomaremos algo mejor que Él quiera darnos?

Sé que cuesta mucho dar. Sé que en momentos difíciles cuesta dar una sonrisa. Sé que en las crisis económicas cuesta ofrendar un dólar siquiera. Pero Dios no es hombre para mentir ni rompe sus promesas, y si ciertamente Su Palabra dice que Él bendice más al que da, prepárate. Prepárate para dar, y cuando des, prepárate para recibir en abundancia.

Reflexiona hoy en la noche, en la intimidad con Dios. ¿Qué es lo que no estoy dando, Señor? ¿Qué es lo que te puedo dar? Esto que soy, esto te doy. En Mateo 25:40 Jesús dice que lo que hagamos con nuestros hermanos, será como si lo hiciéramos con Él. ¿Qué le darías hoy a Jesús? Piénsalo, trabaja para dar y prepárate para recibir.


¿A quién le doy la Gloria?


¡Cómo van a creerme, si les gusta que sea la gente la que hable bien de ustedes, y no el Dios único! (Juan 5:44 TLA)

¿Cómo va a ser posible que ustedes crean, si unos a otros se rinden gloria pero no buscan la gloria que viene del Dios único? (Juan 5:44 NVI)

Esto no lo dijo un profeta, no lo dijo un hombre cualquiera, no lo dijo un sabio o un filósofo, lo dijo el mismísimo Jesús. Tristemente hay gente que vive para la gente, pero no para Dios. Y aún más lamentable es que muchos sean cristianos. No hemos aprendido a darle la Gloria.

“Gloria” es una palabra muy elegante, que quizás ni entiendas lo que significa. Pero en pocas palabras, significa que debes agradar a Dios, debes agradecerle tus éxitos y también tus fracasos, debes pedirle perdón y debes adorarlo, debes tratar de seguir Sus pasos aunque cueste, y no seguir tu propio camino.

Hay iglesias que se han desviado de la Palabra de Dios con tal de “conformar” a los creyentes o para atraer incrédulos. Hay pastores que se han desviado de predicar la Biblia, y se han enfocado en vender sus libros de autoayuda a los miembros de su congregación. Yo no digo que esté mal que las iglesias usen métodos modernos para atraer jóvenes o que te den libros que te puedan ayudar. Pero ¿Dónde queda Dios?

Así es que comprendí el versículo de allí arriba. Cuando las cosas nos salen mal, es por el simple y sencillo hecho de que no estamos buscando la Voluntad de Dios. Cómo vamos a creerle a Dios que para Él no hay imposibles, si le crees más a tu pastor que te dice “Saca el potencial que tienes en ti, cree en ti mismo, lucha con todas tus fuerzas…” y luego, cuando luchamos en nuestras fuerzas, fallamos y la culpa la echamos a Dios.

Sabes, el otro día le pregunté a alguien que por qué había quitado cierta frase de su “Nick” o “Estado” (creo que me entiendes), y su respuesta fue “Porque me molestan, se burlan”. Esto me dejó pensando…con Dios somos iguales. Muchas veces por el hecho de que nos critiquen, nos burlen, nos molesten por obedecer a Dios, terminamos haciendo lo que queremos o “lo que los demás quieren” también.

En este mismo momento quiero que te sacudas a la gente y comiences a vivir para Dios. Cuando comenzamos a darle la gloria a Dios y a agradarle con las pequeñas cosas, Él nos comienza a dar mucho, muchísimo más de lo que pensamos. Viviremos bajo la cobertura de Dios cada segundo. La Palabra dice “Sobre poco me eres fiel, sobre mucho te pondré”.

¿Y si le eres fiel en lo más que poco? ¿Y si le eres fiel en lo mucho? ¿Te imaginas la vida feliz y exitosa que llevarías de la mano de Dios? Entonces comienza a cambiar esas actitudes que a Dios no le agradan. Deja ese pecado, arrepiéntete y córtalo de raíz. Sé que guardas rencor aún por algo, pero Dios quiere que lo dejes porque eso le está impidiendo que obre en tu vida.

Comienza a creerle a Dios. Comienza a vivir a Dios. Comienza a experimentar a Dios. Comienza a probar la perfecta, buena y agradable Voluntad de Él. Es tiempo que vayas a los pies del Señor ya mismo. Búscalo.


Me rindo, esto no es para mí


Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza. Aunque se enojen mis enemigos, tú me ofreces un banquete y me llenas de felicidad; ¡me das un trato especial! Estoy completamente seguro de que tu bondad y tu amor me acompañarán mientras yo viva, y de que para siempre viviré donde tú vives. (Salmos 23:4-6)

No debes cambiar de camino, debes aprender a vencer los obstáculos en el camino de Dios.

Muchas veces nos hemos sentido como si el camino del cristiano “no fuera para nosotros”. Se nos hacen pesadas las pruebas y difíciles los problemas. Más de uno hemos pensado en abandonar el camino, nos hemos detenido, hemos sentido que ya no teníamos más por hacer más que rendirnos. Pero ¿Por qué pensar así si Cristo vive en nosotros?

Debemos de cambiar nuestra forma de pensar, no nuestros problemas. Debemos creerle a Dios, no al enemigo. Debemos amarnos y creer que en verdad somos más que vencedores en Cristo Jesús, y no creernos perdedores antes de luchar por algo en Su nombre.

La Biblia afirma “Lo que menos desea el malvado es lo que más le sucede, en cambio al que es honrado se le cumplen sus deseos” (Proverbios 10:24). Es cierto que nosotros somos justos, pero si no le creemos a Dios, actuamos como si no fuéramos hijos de Él. Por lo tanto, si tu actitud ante un problema es detenerte, te aseguro que lo que temes te sobrevendrá.

Grábate en la mente esto: “Cuando tú te detienes, las bendiciones de Dios se detienen”. Y tú me dirás, ¿Pero acaso Dios no nos bendice por misericordia? Sí, claro. Pero la Biblia afirma que Dios bendice a los que en Él confían. Si nos detenemos, estamos diciéndole a Dios que para Él hay imposibles, que no podremos seguir adelante ni de sus manos.

¿Cuál es tu decisión? ¿Seguir o detenerte? Te tengo una mala y una buena noticia. La mala es que problemas y obstáculos tendrás toda la vida; pero la buena es que en el nombre de Jesús puedes vencerlos.

Todos nos frustramos cuando no conseguimos algo que anhelamos. Pero pregúntate antes ¿Es la Voluntad de Dios? ¿Es éste el momento en que Dios quiere que lo que deseo, suceda en mi vida?

Si te detienes y no elijes seguir adelante, ¿Cómo sabrás de lo que eres capaz? Por allí dicen que un cristiano que no pasa por problemas no es un verdadero cristiano. En verdad Dios permite las pruebas para forjar nuestro carácter. Él quiere mostrarte a ti mismo que SÍ PUEDES. Que quizás no ahora, quizás no mañana, pero ciertamente en Su momento, si tú le crees, recibirás lo que tanto deseas.

El hecho de luchar por no detenerte, sacará cualidades y talentos que Dios ha puesto en ti, que no los hubieras conocido si no hubieras tenido aquellas situaciones difíciles, o quizás en este mismo momento.

Debes fortalecerte en las promesas de Dios. ¿Sabes? Todo esto me dirás que suena fácil decirlo o escribirlo, pero difícil hacerlo. Lo sé. Pero Pablo, también entendió este principio, y fue amado y bendecido por Dios toda su vida.

Con esto no quiero decir que yo haya logrado ya hacer todo lo que les he dicho, ni tampoco que ya sea yo perfecto. Pero sí puedo decir que sigo adelante, luchando por alcanzar esa meta, pues para eso me salvó Jesucristo. Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer.” (Filipenses 3:12-13)

Pablo no se detuvo. Pablo entendió que no era perfecto, pero sí entendió que la mano de Dios lo acompañaba en todo momento. Él pudo decir que siguió adelante, luchando por alcanzar lo que anhelaba. Siguió en el camino del Señor a pesar de todas las dificultades, con la mirada puesta sólo en Jesús. ¿Y tú seguirás? ¿O te detendrás?

Cada vez que quieras detenerte, rendirte o cambiar de camino, recuerda que es Dios quien ha puesto en tu corazón tus sueños. Él está enamorado de tus sueños y proyectos si lo que buscas es darle la Gloria. Él te ama infinitamente. El justo se cae, más siempre se levanta. No dejes que te ocurra lo que más temes, créele Al que TODO lo puede y vence en el nombre de CRISTO que te fortalece.



¿Dios tiene la culpa?


Pronto, muy pronto, todos ustedes huirán, cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no estaré solo, porque Dios mi Padre está conmigo. (Juan 16:32)

Las decepciones humanas siempre son dolorosas. Nosotros entregamos casi toda nuestra confianza en alguien que al final, nos termina fallando. Puede ser una pareja o una amistad, un familiar o un hermano de la iglesia. Un líder, un pastor o un vecino. Pero siempre duele.

Y la culpa quizás no siempre es de los demás, sino nuestra, por no haber entendido el mensaje de la Biblia. La Palabra de Dios es clara, y dice que es mejor confiar en Dios que confiar en el hombre. Hay tantos cristianos que se alejan del camino de Dios por una decepción humana, y yo te pregunto, ¿Dios tiene la culpa?

Dios está allí donde lo dejaste. Dios está esperando el abrazo de su hijo perdido, de su hijo alejado. Recuerda la oveja perdida en aquella parábola. ¿Dios tuvo la culpa de que ella se perdiera? No, al contrario, la buscó día y noche, la llamó por su nombre, no descansó hasta encontrarla. Ella se alejó de su pastor.

Así mismo es con nosotros. Cuando tenemos problemas con una persona, cuando sentimos tanto dolor en nuestro corazón, creemos que Dios tiene la culpa de todo y nos alejamos. Y Dios no descansa, Dios te busca, Dios te dice “Todo lo que permito tiene un propósito. Conozco tu dolor, sé que te duele, pero Yo no te he abandonado. Vuelve a mí.”

Hay un Salmo que me gusta mucho que dice “Me mostrarás la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmos 16:11 RV1960) Y en la versión TLA dice “Tú me enseñaste a vivir como a ti te gusta. ¡En tu presencia soy muy feliz! ¡A tu lado soy siempre dichoso!”.

Cuando aprendemos a vivir para Dios, cuando aprendemos que sólo en Su presencia hay plenitud de gozo, cuando entendemos que a Su lado seremos felices y dichosos, es allí cuando de una vez por todas a depender de Dios y sólo de Dios. Allí, cada vez que nos decepcionen las personas, Dios nos consolará.

A Jesús todos sus discípulos, seguidores y amigos, lo abandonaron. Pero Él dijo “No estaré solo, porque Dios mi Padre está conmigo”. Así mismo debemos aprender a decir nosotros. Te van a fallar, te van a decepcionar, y no es que sea pesimista, la Biblia misma nos lo advierte; pero solo Alguien estará para consolarte: Dios.

Entonces ¿Dios tiene la culpa? No. Dios ha permitido lo que te sucede para que dependas más de Él. Dios quiere que vayas a Su presencia, que en la intimidad le cuentes cuáles son tus debilidades y dolores. Que le cuentes cuáles son tus decepciones, que le pidas que restaure tu corazón.

No te alejes de Dios cuando alguien te falle. Recuerda que Él hizo que Cristo colgara en una cruz para darte felicidad eterna. Vuelve hoy a Él.


¡Sí, Señor!


Pero Dios me tocó los labios y me dijo: “No digas que eres muy joven. A partir de este momento tú hablarás por mí. Irás a donde yo te mande, y dirás todo lo que yo te diga. No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte. Desde hoy tendrás poder sobre reinos y naciones, para destruir o derribar, pero también para levantar y reconstruir”. (Jeremías 1:7-10)

Cuando le damos el “Sí” a Dios, es un “Sí” a TODO lo que Él diga.

A veces veo la vida cristiana como una carrera universitaria. Cuanto tú eliges una carrera universitaria, o quizás un trabajo, hay materias y tareas que no te gustarán hacer, que no querrás hacerlas o que no te interesen, pero sabes que si no las haces, todo acaba mal. Cuando tú dice “Sí, estudiaré medicina”, no puedes decir “Bueno, pero no cursaré la materia de biología…ni la de anatomía porque son difíciles”. ¡Simplemente no se puede!

Lo mismo pasa en la vida con Dios. Cuando le damos el Sí a Dios en nuestro diario vivir, es un Sí a TODO lo que Él diga, no sólo a las cosas que nos gustan. Y eso es algo que, en su mayoría, a los jóvenes nos cuesta: Hacer lo que Dios nos pide.

A veces se trata de más oración, más lectura de Su palabra, más asistencia en la iglesia, más servicio, mejor lenguaje al expresarnos. Pero otras veces, es dejar las cosas que cuando estábamos en el mundo nos gustaban, dejar de ir a esos lugares, dejar tal amistad que no me edifica, dejar aquel vicio, usar un lenguaje inapropiado sólo porque tus “amigos” lo usen.

Es difícil ser joven y marcar la diferencia, mas no imposible. La Biblia nos lo demuestra claramente con Jeremías. Dios lo había escogido para nada más y nada menos que enfrentar a toda una nación y anunciarles que Dios los castigaría ¡Cuánta responsabilidad! Pero Jeremías, como todos nosotros, no sabía cómo marcar la diferencia. Le dijo a Dios “Señor…soy joven…no sé hablar en público”.

Déjame decirte algo, sí, eres joven, pero antes de eso eres un Hijo del Rey de Reyes. No podemos limitarnos. No podemos negarnos a hacer las cosas que Dios nos pide. Ya no seamos desobedientes. Las cosas que Dios hace en nuestra vida son para nuestro bien, y la que nos pide que hagamos, son para Su propósito.

¿Cuántos de nosotros, como dice el versículo, estamos diciendo lo que Dios diría, yendo a donde Dios nos dice y haciendo lo que Él nos pide? Todos fallamos. Pero en nuestro corazón debemos guardar aquel sencillo versículo de allí arriba: “No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte”.

Cada vez que desesperes porque no sabes qué hacer frente alguna situación, o si te sientes perdido o perdida, clama a Dios.

Con nuestros actos y palabras tenemos el poder de destruir y construir, está escrito en el mismísimo pasaje. ¿Construir y destruir cómo? En primer lugar, eres tú quien determinará tus actitudes frente a las situaciones: puedes construir tu vida haciendo la Voluntad de Dios, o puedes destruirla permaneciendo fuera de ella. Y en segundo lugar, eres tú quien determinará cómo reacciona tu entorno frente a tus actitudes: puedes construir una relación tan grande con Dios que quienes se te acerquen quieran acercarse a Dios también; o puedes destruir amistades, relaciones amorosas, trabajos que tanto te costaron, por dejar a Dios fuera de eso.

A partir de hoy, con este devocional, quiero que entiendas que no debes tener miedo a cambiar. No debes tener miedo a hacer lo que Dios te pide. Papá nos ama y jamás haría algo que pudiera dañarnos tanto como para estar lejos de su misericordia. Recuerda hoy al acostarte, que Dios te dice “No tengas miedo, que yo estaré a tu lado para cuidarte…”, reflexiona, medita, y mañana despierta con una actitud de un verdadero hijo de Dios.


Cuando oramos mal


Ustedes no tienen, porque no se lo piden a Dios. Y cuando piden, lo hacen mal, porque lo único que quieren es satisfacer sus malos deseos. Ustedes no aman a Dios, ni lo obedecen. ¿Pero acaso no saben que hacerse amigo del mundo es volverse enemigo de Dios? ¡Pues así es! Si ustedes aman lo malo del mundo, se vuelven enemigos de Dios. ¿Acaso no creen que, como dice la Biblia, “Dios nos ama mucho”? (Santiago 4:2-5)

Si hay algo por lo cual deberíamos de pedirle perdón a Dios todos los días, es por desconfiar de Él. Tú me dirás “Yo confío de todo corazón en el Señor”, sí, pero en aquella prueba dudaste si Dios te sacaría de allí.

El gran problema del ser humano es creerse sabedor de su propia vida. El hecho de hacer las cosas como “nos parecen” está mal ante los ojos de Dios. Porque si bien es cierto que tú conoces tu propia vida, sólo conoces hasta el día de hoy; en cambio hay un Dios, quien escribió tu vida, y la conoce hasta el último día.

A veces le pedimos a Dios milagros de sanidad, financieros, de trabajo, buenas notas en la universidad o en la escuela, pero no le pedimos que haga un cambio en nuestro corazón. Le pedimos cosas pensando en lo que nos haría feliz a nosotros, pero no pedimos cosas que harían feliz a Dios.

Quiero que hoy con este devocional en verdad aprendamos que “Dios nos ama mucho”, y debemos creerlo con toda nuestra fe. Esta afirmación implica que a pesar de que por momentos el Señor no esté hablando, debemos creer que en silencio está trabajando. Aunque te sientas solo, cree que el Señor no dejará que sufras algo mayor de lo que puedas soportar, escrito está.

Tenemos que aprender a pedir, no conforme a nuestras satisfacciones personales, sino conforme a la voluntad de Dios.

Hay una canción de Rocío Crooke llamada “Al modo mío”, que me ha hecho entender grandes cosas. Parte de la letra es así:

Desde siempre yo te miro, cuando has llorado, has reído, en cada área o situación. Muchas veces me has sentido, otras piensas que me he ido, a la verdad siempre has tenido mi atención. Solo que a veces oras mal, y no he podido darte lo que has pedido porque Yo conozco qué es lo mejor. Porque tú miras el presente, pero el futuro miro yo. Si quieres vivir en victoria, ten mi palabra en tu memoria. Yo siempre permanezco fiel, soy quien le respondió a Moisés cuando se hallaba frente al mar y el enemigo más atrás, pero a Mi nombre Él llamó, tocó el mar, se dividió. Entonces qué dificultad tendría para en ti obrar. Descansa en mí, tendrás alivio, aprende que saldrá mejor, al modo mío.

Quizás hoy Dios no te está diciendo “No te daré lo que me pides”, sino más bien “Entiende que Yo sé lo que es mejor para ti”. No nos enojemos con Dios cuando no hace lo que nosotros queremos, somos nosotros los que deberíamos hacer lo que Él quiere. Necesitamos un cambio en el corazón, no en la petición. No se trata de qué estamos pidiendo, sino de con qué propósito lo hacemos.

Aprendamos a orar. Derramemos nuestro corazón ante Dios, en total sinceridad, aún con todo nuestro dolor y cargas, Él nos abrazará. Quien te creó no anhela más que verte feliz como hijo e hija que eres de Él.

El primer paso es creer verdaderamente que Dios nos ama mucho (Juan 3:16). El segundo, es saber que conoce cada parte de nosotros (Mateo 10:30). Tercero, creer que nunca nos desamparará (Hebreos 13:5). El cuarto, reconocer que el Señor pude suplir tus necesidades, no sólo tus caprichos (Filipenses 4:19). Y por último, saber que Dios tiene un futuro hermoso para Sus hijos (Jeremías 29:11) y que todo lo que nos suceda en nuestra vida terrenal, será usado siempre, siempre para nuestro bien (Romanos 8:28).


Jesús VIVE, ¡vívelo!


Las mujeres tuvieron tanto miedo que se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente. Los hombres les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” (Lucas 24:5)

La crucifixión fue necesaria para matar nuestros pecados, pero la Resurrección fue dada para darnos VIDA.

No sé si hoy sea la fecha exacta en que Cristo resucitó, pero sí bien sé que Él lo hizo. Las mujeres lo fueron a buscar, iban con perfumes desde temprano a su tumba, pero al tercer día ésta estaba vacía.

Yo siempre pensaba, ¿Acaso se olvidaron de todo lo que Jesús les había dicho antes de morir? ¿Acaso no creían en que Él resucitarían? La respuesta es sencilla: muchas veces las imágenes son más fuertes que las palabras. Los discípulos y seguidores de Cristo que lo vieron colgando en una cruz, se ataron a esa imagen y no recordaron la promesa de que Él volvería.

A nosotros como humanos nos sucede lo mismo, muchas veces cuando algo nos sucede en la vida, algo doloroso como una enfermedad, una pérdida, una traición, un desamor, nosotros recordamos en nuestra mente esa imagen o ese recuerdo, en vez de las promesas de Dios para nuestra vida.

Los discípulos y nosotros, nos afligimos tanto a veces, como si el sacrificio de Cristo no valiera la pena. ¿Por qué buscas soluciones por ti mismo, si el que está Vivo quiere ayudarte? La resurrección no se trata sólo de un día específico o un acontecimiento histórico.

Es un cambio espiritual totalmente que debe haber en nuestras vidas, para que nuestras mentes y almas sean renovadas. “Sin embargo, ¡Cristo resucitó! Esto nos enseña que también resucitarán los que murieron.” (1 Corintios 15:20) La resurrección es creer, vivir, esperar, ansiar, esa promesa día a día. La de nosotros resucitar un día junto a Jesús.

“Dios decidió darles a conocer este plan tan grande y maravilloso para todas las naciones, y que es el siguiente: Dios envió a Cristo, para que habite en ustedes y les dé la seguridad de que van a compartir el poder y la gloria de Dios.” (Colosenses 1:27) ¿Entiendes la GRANDEZA del significado de la resurrección?

Lo diré como lo dije hace poco en otro devocional: cuando Cristo caminaba por las calles con su cruz, no pensaba en Su dolor o en Él mismo, sino que pensaba en Tu dolor y en ti. Pensaba en que cuando Él colgaría de la cruz, todos tus problemas los colgarías tú allí también. ¿Qué esperas? Dios te ha visto llorar en estos días. Estás cansado o cansada, desesperado o desesperada, hay algo en lo cual sientes que no ves la mano de Dios.

¿Pero sabes qué dijo Jesús al resucitar? “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:20) Sí, hay Alguien que está caminando contigo, respirando contigo, sufriendo contigo y que intenta levantarte, pero tú no le estás creyendo. No miremos más el suelo cuando estemos mal, miremos hacia arriba, miremos hacia la cruz, miremos aquel sacrificio de amor inmenso, vivifiquemos nuestro espíritu con la esperanza de que nuestro Salvador ¡SE BAJÓ DE ALLÍ Y ESTÁ EN NUESTROS CORAZONES!

Busca a los profetas, a David, a Moisés, a Abraham, busca a los papas católicos, busca a los santos a quienes tantos les rinden culto, a TODOS ellos los encontrarás en la tumba. Pero sólo a UNO, sólo a UNO lo encontrarás en tu corazón: Jesucristo es el motivo de la resurrección, porque a través de ella, te trajo salvación. Que nunca se te olvide.

¡Cristo es poderoso!


Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. (1 Corintios 1:18 NVI)

Hay quienes piensan que hablar de la muerte de Cristo en la cruz es una tontería. Pero los que así piensan no se salvarán, pues viven haciendo el mal. Sin embargo, para los que sí van a salvarse, es decir, para nosotros, ese mensaje tiene el poder de Dios. (1 Corintios 1:18 TLA)

En esta semana parece que los cristianos (y demás “religiones”) somos el centro de burla para los incrédulos. Mejor dicho, nosotros no somos el centro de burla, sino el mismo Jesús. Pero ¿Eso ha de avergonzarnos? En la Biblia hablaban de Jesús en medio del dolor, en medio de la aflicción, en medio de la persecución, enfermedad o prisión. De día, de noche, por todas las ciudades. ¿Será que estaremos imitando a aquellos hombres de fe?

La época de Semana Santa no es para recordar cuánto sufrió nuestro Salvador, sino para hacer VALER lo que Él padeció.

Te invito a que esta semana tomes una actitud única, una actitud digna de un hijo o hija del Rey. Esta semana no debemos decir “Pobre nuestro Señor Jesús, cuánto ha sufrido…” ¡No!, debemos decir “La cruz fue, es y será poder de Dios; nuestro Señor Jesús venció a la muerte, y su dolor fue por amor”.

No quiero juzgar lo que otras doctrinas hacen, como caminar de rodillas o cargar estatuas vacías de espíritu, pero sí quiero que esta semana hagamos ver la Verdad. Para nosotros hablar de la cruz no debe ser una vergüenza ni mucho menos una tontería. Debemos anunciar que hay un Dios que se hizo hombre en su propio hijo, vino a este mundo a traer buenas noticias y que nos da la posibilidad de vivir en la eternidad junto a Él.

Tú quizás pienses “Sí claro, yo siempre lleno mi Facebook, Twitter o cualquier red social, de mensajes Cristianos, videos, imágenes”… Y yo te pregunto, ¿y tu vida? ¿A quién está reflejando?

La Biblia nos anunciaba en 2 Timoteo 3:2 que “habrá hombres amadores de sí mismos”, y en Filipenses 2:21 que “todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.” ¿A quién estamos amando? ¿A quién estamos buscando?

Si Cristo vive en ti, debes comportarte como Él se comportaría. El amor es servicial; veo cómo muchos cristianos en éstas fechas del año, se comportan de forma egoísta esperando que los sirvan en vez de servir al único Señor de Señores.

Nuestras actitudes poco a poco van perfeccionándose porque tenemos al Espíritu Santo viviendo en nosotros, no cerremos las puertas. No callemos el mensaje del evangelio cuando se burlen de Cristo. Hagámosle saber al mundo que ¡CRISTO ES PODEROSO!

Cristo resucitó. Cristo resucitó. Cristo resucitó. Y no sólo eso, sino que Él vive. Él vive. Él vive. Demuestra hoy con tu propia vida, que Cristo tiene el poder de transformar, restaurar, perdonar, redimir, y Salvar. ¡NUESTRO CRISTO ES PODEROSO!