¡Confío! Pero…
Por eso me armo de valor, y me digo a mí mismo: “Pon tu confianza en Dios. ¡Sí, pon tu confianza en él!”. Salmos 27:14
David. De pastor de ovejas a rey de Israel. De defensor de fieras salvajes que quisieran atacar su rebaño a defensor del pueblo de Dios. De humillado a engrandecido. De poeta a guerrero. ¿Te imaginas lo difícil que debe de haber sido la vida para David? Yo creo que sin duda, él no podría haber nada de lo que hizo si no hubiera dejado sus vidas en manos de Dios.
Es lindo cuando nos sentimos mal y pedimos consejería a un pastor o a un líder y nos da palabras de aliento, de ánimos, palabras que nos renuevan. Es lindo que te digan “Dios te ama, Dios te cuida, Dios quiere lo mejor para ti”. Pero, yo pregunto…¿No sería más lindo que TÚ MISMO te dijeras “Dios me ama”?. Veo mucha gente que luego de una consejería o luego de superar un problema, vuelve a lo mismo, vuelve a la tristeza y el dolor. Y déjame decir que esto no es culpa del líder, del pastor, ni mucho menos de Dios. Es culpa de uno mismo.
Sí, es fuerte lo que digo. Pero imagínate a David. Dios le decía “tú eres mi elegido, tú reinarás Israel, tú serás un gran guerrero”, yo creo que David decía “Sí Señor…(y por las noches pensaba “¡¿Cómo rayos lo haré?!”)”. Así mismo pasa con nosotros. Dios nos dice en su palabra que tiene miles de promesas, que saldremos victoriosos de todo, que somos luz y sal, pero ¿Lo creemos de corazón?
La fórmula secreta de que todos los propósitos de Dios en tu vida se cumplan, es sólo una: CONFIANZA. David, dice el salmo, que se repetía a sí mismo “Pon tu confianza en Dios”. ¿Sales a la batalla? Pon tu confianza en Dios. ¿Emprendes un nuevo proyecto? Pon tu confianza en Dios. ¿Superas tus miedos? Pon tu confianza en Dios. ¿Quieres ser bendecido? Pon tu confianza en Dios.
De ese salmo hay algo que puedo ver de forma invisible. Sí, se que estoy loca. Pero léelo bien: “Pon tu confianza en Dios. ¡Sí, pon tu confianza en él!” ¿No te resulta extraño que lo repita dos veces y se diga a sí mismo “SÍ”? Y aquí te cuento qué es lo que veo de forma invisible. Para mí, cuando David lo estaba escribiendo, le pasó lo mismo que a muchos de nosotros: dudó. Entonces el Salmo hubiera sido: “Pon tu confianza en Dios. (Pero…pero…pero…) ¡Sí, pon tu confianza en él!”. David borró sus PEROS, tú debes de hacer lo mismo.
No pretendas ser bendecido, prosperado, sanado, renovado o fortalecido si pones PEROS en tu vida. Deja las excusas, Dios quiere bendecirte, Dios quiere prosperarte, Dios quiere sanarte, Dios quiere renovarte, Dios quiere fortalecerte, ¡Pon tu confianza en Dios! Luego de orar, luego de pedir consejería, empieza a repetirte a ti mismo “Pongo mi confianza en Dios, ¡Sí, la pongo!”. No dejes que los PEROS te quiten la bendición de Dios.
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