Juzgar nos impide superarnos


No se conviertan en jueces de los demás, y así Dios no los juzgará a ustedes. Si son muy duros para juzgar a otras personas, Dios será igualmente duro con ustedes. Él los tratará como ustedes traten a los demás. ¿Por qué te fijas en lo malo que hacen otros, y no te das cuenta de las muchas cosas malas que haces tú? Es como si te fijaras que en el ojo del otro hay una basurita, y no te dieras cuenta de que en tu ojo hay una rama. ¿Cómo te atreves a decirle a otro: “Déjame sacarte la basurita que tienes en el ojo”, si en tu ojo tienes una rama? ¡Hipócrita! Primero saca la rama que tienes en tu ojo, y así podrás ver bien para sacar la basurita que está en el ojo del otro. Mateo 7:1-5

Juzgar nos impide superarnos y ayudar a los demás.

Muchos toman este pasaje bíblico como un regaño, pero yo lo tomo como una enseñanza y una orden. Como cristianos sabemos que el único justo es Dios y que quien juzgará a la sociedad entera, sean o no hijos de Él, será Dios. También sabemos que no debemos juzgar porque este versículo se nos ha repetido una y otra vez.

Cada vez que hablas de alguien, no digo necesariamente hablando mal de esa persona, pero siempre habrá alguien diciéndote “No juzgues”. En tu mente esa frase está más grabada que el himno nacional de tu país. Y aquí está lo malo, nos hemos enfocado tanto en el “no juzgar” que se nos ha olvidado el resto del mensaje de este versículo.

Perdemos el tiempo viendo a los demás en vez de vernos a nosotros mismos. Y eso es completamente lógico ya que nuestra óptica, nuestros ojos naturales, ven lo que nos rodea pero no hacia el interior. Sólo con ojos espirituales podremos vernos a nosotros mismos. Con los ojos de Dios podemos examinarnos y decidir cambiar aquellas cosas que no estamos haciendo bien.

Dios nos ha dado un espíritu de dominio propio y nos ha dado la capacidad de darnos cuenta qué está bien y qué está mal ya que los principios están en la Biblia. Podemos examinarnos a nosotros mismos y decirle al Señor “Señor, sé que no estoy bien en esta área de mi vida, pido que me restaures y que me ayudes a cambiar”. Eres capaz de hacer eso.

Juzgar nos impide superarnos. El tiempo que pasamos viendo lo que los demás hacen o cómo los demás prosperan, es tiempo perdido para nosotros mismos crecer. El dedo con el que señalas, si lo entregas a Dios, puede convertirse en una mano extendida dispuesta a ayudar a aquellos que has criticado.

El mensaje de Jesús no sólo era que no debíamos juzgar, sino que debemos examinarnos y luego, una vez ya restaurados, tenemos como DEBER ayudar a los demás. Cuando nosotros estamos alineados al cien por ciento con el Espíritu de Dios, nos transformamos en un arma de bendición.  Jesús ayudará por nuestras manos, caminará por nuestros pies, pensará por nuestra mente, sentirá por nuestro corazón y lo que hables, será Jesús hablando por medio de ti.

Es tiempo de examinarnos para, en vez de juzgar, convertirnos en una bendición. Cuando decidimos ser una bendición, Dios nos dará bendición primero a nosotros, y luego nos dará de más para ayudar a los demás. Así que saldrás siempre tú ganando y la gente que te rodea. Examínate, pídele perdón a Dios y a aquella persona que juzgaste, y deja que Jesús actúe por ti.

Construir sobre una mentira


No hablen mal de otra persona ni digan mentiras en su contra. No mientan ni den informes falsos que ayuden al malvado a engañar a los jueces. Ni se mientan unos a otros, porque ustedes ya han dejado la vida de pecado. Por eso, ya no deben mentirse los unos a los otros. Todos nosotros somos miembros de un mismo cuerpo, así que digan siempre la verdad. (Éxodo 20:16;23:1; Colosenses 3:9; Efesios 4:25)

Recuerdo que de niña me contaban un cuento sobre la mentira y la verdad. En un mundo fantástico existían dos grupos de duendes: los verdaderos y los mentirosos. Cada grupo vivía en un gran palacio, el palacio de la verdad y el palacio de la mentira. Los duendes competían por quién tenía el palacio más grande.

Cada palacio crecía cuando una persona decía una verdad o una mentira, respectivamente. El problema era que, con el tiempo, algunos de los ladrillos del castillo de la mentira se rompían, se hacían polvo. ¿Por qué? Porque aquella mentira que alguien había dicho alguna vez, salió a la luz. Y así el castillo de la mentira, perdía su fortaleza, se desmoronaba. Me enseñaron desde pequeña que la mentira tiene patas cortas y que todo, al final, se descubre. Nada basado en la mentira tiene larga duración.

Claro que he mentido como cualquier niño o niña, pero hoy es Jesús quien me pide que no mienta. Hoy es la Biblia la que me enseña que Satanás es el dueño de la mentira y que debo cuidar las palabras que salen de mi boca. Es Dios quien sabe todos mis secretos y quien sacará a la luz todo lo oculto.

Arriba junté algunos versículos y armé un versículo largo como allí lo ves. Yo los considero consejos o pasos a seguir, para aprender a cuidar mi lengua de dar falso testimonio y quiero que tú, como hijo o hija de Dios, también los apliques en tu vida:

Éxodo 20:16: “No hablen mal de otra persona ni digan mentiras en su contra”. También puede relacionarse con los chismes. No podemos hablar de ninguna persona si no la conocemos realmente, y si la conocemos, no ganaremos nada hablando mal de ella. Dios todo lo ve y es Él quien saca todo a la luz. No digas mentiras sobre alguien por más pequeñas que te parezcan, a la otra persona seguro le hará daño y no es la forma en la que nosotros debemos comportarnos. Si esa persona te ha lastimado, no le devuelvas con lo mismo. Perdónala y deja que Dios se encargue.

Éxodo 23:1: “No mientan ni den informes falsos que ayuden al malvado a engañar a los jueces”. Esto viene a ser algo así como NO APOYES a quien sabes que está mintiendo. Esto todo lo hemos hecho alguna vez para apoyar a algún amigo o amiga, para cubrirlo o ayudarlo. Pero la Biblia nos enseña que no debe ser así, tarde o temprano, cuando eso salga a la luz, tú te verás involucrado y lastimarás a más personas de las que crees por haber apoyado una mentira.

Colosenses 3:9: “Ni se mientan unos a otros, porque ustedes ya han dejado la vida de pecado. Por eso, ya no deben mentirse los unos a los otros”. Este versículo es parecido al primero, pero suma una aclaración: la mentira ES pecado. Ya sabemos que el arma principal del diablo para convencernos de algo, es la mentira. Él siempre nos ha mentido, desde Adán y Eva cuando le hizo creer a Eva que si comía la manzana y no diría nada, nadie se enteraría, pero no fue así, Dios los descubrió y el hombre también. Si eres una nueva persona en Cristo, ya no puedes seguir pensando que si mientes te saldrán las cosas bien.

Efesios 4:25: “Todos nosotros somos miembros de un mismo cuerpo, así que digan siempre la verdad”. Te doy un ejemplo más sencillo, si tu ojo ve un pozo en la calle, y le miente al pie diciéndole que no hay ningún pozo, tú caerás en ese agujero. Todo tu cuerpo caerá, tu pie, tus manos, tus brazos, tu cara, tus ojos, todos caen. Lo mismo sucede con las mentiras, dentro y fuera de la iglesia, si mentimos en algo, en todo se verá reflejado.

Mi hermano, hermana, ya no estamos para mentir cuando tenemos como Padre al dueño de la Verdad. Quizás tus mentiras sean aquellas que dicen ser “piadosas”. Aquellas que tú pones como excusas. “No hice la tarea porque no tenía tiempo” y pasaste todo el día viendo tv. Esas, por más piadosas que sean, son mentiras.

Tenemos que cuidar nuestra mente, alma y espíritu. No pierdas la confianza de las personas por un momento de insensatez en el cual mentiste para salir de una situación incómoda. Te aseguro que el dueño de los Cielos todo lo ve y sacará tarde o temprano todo al descubierto. Recuerda que no puedes construir un palacio basado en mentiras, porque se derrumbará. No te engañes, mantenerse en la mentira es servirle al dueño de la mentira; mantenerse en la verdad, es servirle al único Dios, nuestro Señor y Rey. No podemos construir sobre una mentira.

¿Dónde está tu Dios?


Dios mío, quiero gritar de alegría por todo lo que has hecho; todo lo que haces es impresionante y me llena de felicidad. Tus pensamientos son tan profundos que la gente ignorante ni los conoce ni los entiende. Salmos 92:4-6

Creo que así como cierta vez me dijeron que Dios pone sus ángeles sobre la tierra, estoy segura que el diablo pone sus demonios sobre la tierra. Parece nuestra vida muchas veces como un juego de ajedrez, en el cual nos cruzaremos con amigos así como también con enemigos que intentarán tirarnos abajo.

Día tras día el diablo usa su arma más común para intentar dominarte: la mente. “No puedes”, “No podrás”, “Eres inútil”, “Tu Dios no te sacará de allí”, “Dios no te perdonará”. Creo que esos pensamientos, si es que alguna vez los tuviste o te los dijeron, no son más que mentiras del diablo.

Pero lee el versículo bien de allí arriba “Tus pensamientos son tan PROFUNDOS que la gente IGNORANTE ni los CONOCE ni los ENTIENDE”. Hay gente que habla mal de ti, hay gente que te critica, hay gente que te envidia, hay gente que en su corazón sólo guarda rencor, pero déjame asegurarte: NO saben de Quién eres Hijo ni con Quién se están metiendo.

La gente puede criticarte, pero no puede detener la mano de Dios a la hora de bendecirte. La gente puede envidiarte, pero no puede evitar que tú seas el prosperado. La gente puede tirar tus sueños abajo, pero no puede prohibirle a Dios que Él cumpla Sus sueños en ti.

El Salmo 42 es un salmo que me gusta mucho ya que todos hemos pasado y pasamos por una situación así. El versículo 3 dice así: (lo pondré en dos versiones)

“Día y noche me he bebido mis lágrimas; mis enemigos no dejan de decirme: ¡Ahora sí, tu Dios te abandonó!” (TLA)

“Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas:¿Dónde está tu Dios?” (NVI)

Con la frente en alto les respondo: Nuestro Dios está ahí mismo. Puede ser que esté distante por momentos, pero nunca tan lejos como para permitir que nos dañen, nunca tan lejos para venir a socorrernos, nunca tan lejos para no escucharnos, no consolarnos, no consentirnos. Él está ahí, a veces nos prueba, pero jamás nos deja solos.

Los procesos y las pruebas que atravesamos en el camino como cristianos, son difíciles. Las lágrimas no hacen diferencia si eres hombre o mujer, en algún momento llegan. Has pasado noches llorando, quizás le has preguntado a Dios dónde estaba, te has hasta enojado con Él o creíste que era injusto.

Día a día el diablo pondrá a sus demonios, aquellas personas con mal corazón, que se burlarán de ti, te echarán en cara y te dirán: “TU DIOS TE ABANDONÓ”, “¿DÓNDE ESTÁ TU DIOS?”. A Jesús en la cruz se le burlaron porque decían que Dios lo había abandonado, y hasta Él mismo por momento sintió el abandono de Dios. Pero no era así, todo formaba parte de un propósito perfecto.

Mi hermano, mi hermana, amigos, Dios jamás deja a sus hijos solos. La gente ignorante es la que cree que Dios nos ha abandonado, no te conviertas en uno de ellos ni dejes al diablo que te convenza de que Dios se alejó de ti. Es cierto que nosotros no sabemos, no conocemos, ni imaginamos las cosas que Dios nos tiene preparados, pero sí sabemos una cosa: Él cumplirá su obra en nosotros, Él hará de este barro un tesoro especial, Él bendecirá a nuestros descendientes, Él hará que terminemos siempre en victoria. Y eso, el enemigo no lo ha aprendido: los hijos de Dios no somos perdedores.

Quiero que leas conmigo el final del Salmo 42 y no escribiré más, dejo a ti tu espacio para que reflexiones. Recuerda que Dios siempre será más grande que todo lo que nos suceda, pero nunca, nunca, nunca, permanecerá a una distancia en la que no pueda ayudarnos. Lee y reflexiona:

“¡Pero no hay razón para que me inquiete! ¡No hay razón para que me preocupe! ¡Pondré mi confianza en Dios mi salvador! ¡Sólo a él alabaré!” (Salmos 42:11)

¡Cambia tu mentalidad!


El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el SEÑOR con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro. Salmos 103:8-14

Es tiempo que le demos un verdadero significado al amor de Dios por nosotros. Es cierto que Él entregó a Su hijo por nosotros aunque no lo mereciéramos, pero hagamos que su sacrificio haya valido la pena. Veo cristianos que en su interior creen que Cristo no los ha perdonado, se acuestan en la noche pensando en sus errores del pasado y en qué hacer para reponerlos cuando Cristo YA los ha perdonado. Una cosa es humillarnos ante Dios y otra muy distinta es vivir humillados por nuestra vida pasada.

El Señor conoce nuestra condición, y sabe que somos de barro. Sabe cuántas veces, cuándo y cómo le fallarás. Cuando permitió que clavaran a Jesús, tú ni existías, es decir que el sacrificio fue por tus pecados en un futuro. Dios te ha perdonado TODO, lo que has hecho ya y lo que no has hecho aún. Es por eso que no podemos vivir más con una mente de esclavo, sino de hijos del Rey.

Dios no es nuestro amo, es nuestro Papá. Él no quiere obediencia porque nos paga dinero para obedecerle, Él quiere que aprendamos a hacerlo por amor. Tenemos que darle a nuestro Señor todo nuestro corazón y entender que no hay nada que Él no sepa de ti.

El versículo de allí arriba es quizás uno de mis favoritos. Hay días en los que me pongo a pensar en mi pasado, sí, seguro tú también. Pero ya no vivo de él, cuando pienso en mi pasado sólo es para darle las GRACIAS a Dios de sacarme de allí, no para torturarme nuevamente y no sentirme digna de perdón.

Dios no guarda rencor, no se enoja fácilmente, no nos paga con la misma moneda, nos tiene paciencia, nos perdona, y no sólo eso, sino que OLVIDA. Si Dios ha olvidado aquello que tú no puedes olvidar, es tiempo que trabajes en ello.

Somos de barro, sí. Pero elijamos ser una vasija preciosa y única en manos de Dios, no podemos sentirnos menos si somos Sus hijos. No creamos que somos el lodo que se queda en la suela de las zapatillas luego de un día de lluvia, ¡No! Somos vasijas especiales, tesoros, hermosos ante Sus ojos. No permitas que ya nada te haga sentir menos.

De todos modos, cuidado. No quiero decir con esto que seamos orgullosos o egocéntricos, pero sí quiero diferencies “humillarte ante Dios” de “vivir humillado”. Humillarte ante Dios significa rendir nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestros deseos, nuestro corazón ante Él. Es darle el Señorío de nuestras vidas. Pero vivir humillado, es sentirte un perdedor de la mano de Cristo; creyendo que no mereces tanto amor, que no eres digno, que no tienes futuro debido a tu pasado. ¡Cambia tu mentalidad!

Sólo los valientes arrebatan el Reino de los Cielos. Los valientes leen la Biblia y se humillan ante Dios reconociendo sus errores; los cobardes, viven de sus errores una y otra vez, y no hacen valer el sacrificio de Cristo. Los valientes y humillados, arrebatarán el Reino de Dios. Ellos, serán ganadores y victoriosos en Dios. ¿Tú a cuál equipo perteneces?

Generación de Luz


Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. Filipenses 2:14-16

“Era tecnológica” o “Era digital” nos definen los sociólogos e historiadores. Nos han categorizado por algo material, como lo es la tecnología. Muchos se jactan de tener su Blackberry, su Iphone u otro teléfono de último modelo; así como también los reproductores de música o las computadoras. Y hablo de mundanos así como también cristianos. Están orgullosos de vivir en una era de progreso tecnológico.

Pero si te digo que Pablo, muchos siglos atrás, nos llamó la “generación torcida y depravada”, ¿Seguirías orgulloso de vivir en ella? Quizás tú creas que yo estoy exagerando, que estoy mintiendo, que esa era aún no llegó, que no somos esa generación, que falta mucho para que venga Cristo, que no debo preocuparme ni generalizar. Piensa lo que quieras, pero antes, lee atentamente este versículo:

“Debes saber también que en los últimos días, antes de que llegue el fin del mundo, la gente enfrentará muchas dificultades. Habrá gente egoístainteresada solamente en ganar más y más dinero. También habrá gente orgullosa, que se creerá más importante que los demásNo respetarán a Dios ni obedecerán a sus padres, sino que seránmalagradecidos y ofenderán a todos. Serán crueles y violentos, no podrán dominar susmalos deseos, se llenarán de odiodirán mentiras acerca de los demás, y odiarán todo lo que es bueno. No se podrá confiar en esos orgullosos, porque actuarán sin pensar. En vez de obedecer a Dios, sólo harán lo que les venga en gana. Dirán que aman y respetan a Dios, pero con su conducta demostrarán lo contrario”. (2 Timoteo 3:1-5)

Ahora déjame preguntarte ¿Algo de eso te resulta familiar? ¿Crees ahora que Pablo hablaba de NUESTRA generación cuando la llamó “torcida y depravada”? Todo lo que era malo ahora se ve bien, y lo que era bueno ahora se le llama malo. No quiero meterme en temas que realmente son largos. Pero haz un análisis en tu mente de los últimos 30 años.

La homosexualidad es vista como algo “normal” y aceptable para la mitad del mundo. Hoy matan hombres, mujeres y hasta niños por robarles un celular, unas zapatillas o lo más mínimo que tengan. Se ha perdido el respeto, fíjate sino en el tránsito, gente a los insultos cuando uno va lento, gritos, peleas. Un vecino dejó de ser un “compañero” o un “amigo” y para muchos se ha convertido una molestia.

Escucho a los gobiernos (no los critico) decir “Sólo deseamos la paz mundial”, cuando realmente no le dan una vida digna a los habitantes de su país y entre ellos sólo generan deudas y conflictos. Piensan que la humanidad puede salvarse si todos “vivimos y dejamos vivir”. Cuando realmente, SÓLO CRISTO va a cambiar la mente podrida que el mundo tiene hoy en día.

Realmente esta generación está torcida hermanos.

Pero, Pablo nos dice una verdad que Jesús ha dejado en claro. “En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida”. Somos luz, eso lo sabemos. Pero acá Pablo agrega “MANTENIENDO EN ALTO LA PALABRA DE VIDA”. Si realmente somos hijos de Dios y queremos tener una conducta intachable, si no queremos quejarnos, si no queremos problemas en mezclarnos con la depravación que hay de hoy en día; DEBEMOS poner la Palabra de Dios, la Biblia, siempre primero.

Esto es, antes de actuar, antes de tomar una decisión, antes de responder en una discusión, antes de criticar, antes de TODO lo que hagas, en tu mente debe de estar presente la palabra de Dios, mantenla en alto. Debemos de ser una generación que emerja y que esté dispuesta a marcar la diferencia con Cristo.

Tus frutos, no sólo tus palabras cristianas, son los que demostrarán al diablo que su generación torcida y depravada no puede con la generación de los guerreros de luz de Dios. Contagia a las mentes que conoces que han perdido los valores, aquellas almas que no están bien en su interior, contágialas con luz.

No es tiempo para perderlo, somos hijos de Dios, somos una generación de luz.

¡Te lo dije!


Simón Pedro le preguntó a Jesús: “Señor, ¿a dónde vas a ir?”. Jesús le respondió: “Ahora no puedes venir conmigo. Pero después sí vendrás”. Pero Pedro insistió: “¿Por qué no puedo acompañarte ahora, Señor? ¡Estoy dispuesto a morir por ti!”. Jesús le contestó: “¿En verdad estás dispuesto a morir por mí? Te aseguro que, antes de que el gallo cante, tres veces dirás que no me conoces”. Juan 13:36-38

Pedro amaba al Señor. Lo seguía a donde quiera que Él fuera. Cuando ya llegaba el tiempo en que Jesús debía morir, Él les revela a sus discípulos que era necesario que se fuera. Pedro muy seguro, le dijo a Jesús que quería ir con Él. Pedro le estaba casi que jurando a Jesús que lo amaba y que estaría dispuesto a morir por Él. Pero Jesús sabía que Pedro lo negaría. Sabía que esa promesa de “iré contigo hasta donde sea” se rompería por Pedro.

Cuántas veces le prometemos al Señor cosas que luego no cumplimos. Cuántas veces le decimos “Ya no pecaré en esta área de mi vida”, “Señor, ya me alejé de esa gente y de mis vicios, no volveré a lo mismo”, “Jesús, no voy a fallarte otra vez”. Y volvemos a hacerlo. Jesús SABE que pecaremos y que de algún modo, al igual que Pedro, lo negaremos.

Y es allí cuando ocurre lo sobrenatural, algo que a los humanos no se nos ocurriría: El perdón y amor divino. Déjame contarte cómo fue el reencuentro de Pedro con Jesús luego de la negación. Cristo ya había muerto y resucitado.

Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le respondió: “Sí, Señor. Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Entonces cuida de mis seguidores, pues son como corderos”. Jesús volvió a preguntarle: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor. Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Entonces cuida de mis seguidores, pues son como ovejas”. Por tercera vez le dijo: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se puso muy triste de que tres veces le había preguntado si lo quería. Entonces le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero””. Juan 21:15-17

Pedro estaba arrepentido. Pedro sabía que le había fallado al Señor aún habiéndole prometido fidelidad hasta el fin. A nosotros nos pasa lo mismo que a Pedro. Le decimos a Dios que pase lo que pase le serviremos, que lo seguiremos, que le obedeceremos; pero fallamos. Claro que estaremos arrepentidos, pero no sabemos cómo acercarnos a Jesús nuevamente.

Creemos que Él estará sentado golpeando su pie en pose de regaño, señalándonos con un dedo y diciéndonos: “TE LO DIJE”, “TE DIJE QUE ME FALLARÍAS”, “TE LO DIJE HIJO”. ¡Pero no! Por amor y misericordia Jesús sólo nos pregunta: “¡¿ME AMAS?!”. Jesús no te regaña, entiéndelo de una vez. Cuando pecas, Él sigue ahí esperándote, preguntándote una y otra vez si Lo amas. ¿Por qué una y otra vez?

Porque lo curioso, de estos dos versículos, es lo siguiente: Pedro lo negó tres veces, Jesús le preguntó dos veces si lo amaba y una vez si lo quería. ¿Crees que es coincidencia? ¡Claro que no! Y yo te respondo: POR CADA VEZ que le falles, Jesús te preguntará SI LO AMAS, no te dirá “te lo dije”.

Quiero que de esto aprendamos dos lecciones.

La primera, es que lo que prometamos al Señor debemos cumplirlo. Si prometemos algo, y el Señor nos muestra que le fallaremos, mejor callemos nuestra boca y esperemos a que Él nos guíe y moldee.

La segunda, es que Dios nos preguntará siempre, y quizás ahora te esté preguntando: ¿Me amas? ¿Me amas? ¿Me quieres, hijo, hija? No es para que te sientas triste, sino para que entiendas hoy la grandeza de nuestro Señor. Sé que te avergüenzas muchas veces de acercarte a Cristo cuando le has fallado, pero ya no sigas lejos de Él.

A veces, como Pedro, Jesús nos lo preguntará tres veces hasta que respondamos. Y es que nosotros creemos que como nuestro Señor sabe que en el fondo lo amamos, no es necesario decírselo. Pero sí es necesario. Cristo te está esperando. Cristo te está preguntando: ¿Me amas?

Perdonar es recordar


Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes. Mateo 6:14-15

El devocional del día quizás les resulte algo largo, pero Dios ha tocado mi corazón y me ha hecho ver que muchos de Sus hijos no pueden crecer espiritualmente ni socialmente por guardar rencor en su corazón. Tristemente muchas personas viven de su pasado, en vez de contar su pasado. El daño que les han hecho no les hace vivir su presente de forma feliz aún así teniendo a Cristo en sus vidas. Hay un sentimiento, un resentimiento, un dolor, una herida, que aún no ha sanado.

Para comenzar, quiero contarte una historia de la Biblia.

En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que cierta vez sucedió en un país. El rey mandó llamar a sus empleados para que le informaran cómo andaban sus negocios y para que le pagaran todo lo que le debían. Cuando comenzó a sacar cuentas, le llevaron un empleado que le debía sesenta millones de monedas de plata. Como el empleado no tenía dinero para pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa y sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa venta, la deuda quedaría pagada. Pero el empleado se arrodilló delante del rey y le suplicó: “Señor, deme usted un poco más de tiempo y le pagaré todo lo que le debo”. El rey sintió compasión de su empleado y le dijo: “Vete tranquilo; te perdono todo lo que me debes”. Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le dijo: “¡Págame ahora mismo lo que me debes!”. El compañero se arrodilló delante de él y le suplicó: “Dame un poco más de tiempo y te lo pagaré todo”. Pero aquel empleado no quiso darle tiempo, y mandó que metieran a su compañero en la cárcel, hasta que pagara el dinero que le debía. Los otros compañeros, al ver lo que había pasado, se molestaron mucho y fueron a contárselo al rey. Entonces el rey mandó llamar a aquel empleado y le dijo: “¡Qué malvado eres! Te perdoné todo lo que me debías, porque me lo suplicaste. ¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti?”. El rey se puso furioso, y ordenó que castigaran a ese empleado hasta que pagara todo lo que le debía. Jesús terminó diciendo: “Lo mismo hará Dios mi Padre con cada uno de ustedes, si no perdonan sinceramente a su hermano”.” (Mateo 18:23-35)

“Perdonar es olvidar”. Es cierto, cuando tú perdonas de forma sincera debes de olvidarte del daño que te han causado sin importar la gravedad de lo que ha sucedido. Lamentablemente, hemos cambiado el “Perdonar es olvidar” por el “Fuimos perdonados y lo olvidamos”.

Imagino al hombre, que debía millones de monedas de plata, de rodillas, llorando, implorando perdón. Su rey tuvo compasión de él y le perdonó su deuda, lee bien LE PERDONÓ SU DEUDA, no se la pospuso, directamente le perdonó el total de la deuda.

Y pareciera que a las pocas horas de salir del palacio del rey, el hombre había olvidado que había sido perdonado de una deuda millonaria. Se cruzó en el camino con un amigo, quien tan sólo le debía cien monedas de plata, y no tuvo compasión. Lo mandó a prisión, lo trató de mal modo, pensó en sí mismo. ¿Te sientes identificado? Por eso a ti te recuerdo, que fuimos perdonados y lo estamos olvidando.

No quiero que cometamos el mismo error que el hombre de aquella historia. Y lo nuestro créeme que tiene un precio incalculable. No estamos hablando de deber millones de dólares, estamos hablando de que le debemos LA VIDA al hijo de Dios.

Hermano, hermana, amigo, amiga, es tiempo de perdonar. Sé que guardas rencor en tu corazón por algún hecho de tu pasado. Quizás te han causado tanto daño, te han hecho una herida tan grande, que tu perdón no pudo ser sincero aún. No podemos vivir del pasado. No podemos permitir que lo que nos han hecho determine el cómo viviremos nuestras vidas.

Hoy aprendí a perdonar. Hasta hoy he cargado durante casi un año una carga muy pesada. Pero ya no más, no viviré un día más teniendo ese rencor dentro. Perdonar es recordar, recordar que yo también fui perdonada. Si a mí o a ti nos han hecho daño, imagina cuánto daño tú y yo le hemos hecho a Dios por nuestras rebeliones, nuestras burlas, nuestras dudas.

Jesús murió, renunció a la vida, para perdonar nuestros pecados. Es tiempo que perdonemos, para darle valor a la muerte de nuestro Salvador y renunciar al daño que nos han hecho. No sigas un día más de tu vida con esa carga. Toma la decisión hoy mismo, ahora mismo. ¿Perdonas o no perdonas? ¿Haces valer lo que Cristo hizo por ti o no? ¿Decides dejar de vivir de tu pasado o no? A partir de hoy mi carga quedó en manos de Dios, espero que la tuya también. Claro que duele, pero es un proceso, Él prometió cambiar mi tristeza en baile y sé que mañana, estaré bailando con Él.

Cuando los chismes no son inocentes


¡Qué sabrosos son los chismes, pero cuánto daño causan! Proverbios 18:8

No sé si a ti te ha pasado de escuchar a alguien hablar chismes y decir “Ay, pero es tan sólo un chisme inocente, no hace mal a nadie…”. Lo cierto es que no sabemos si realmente hace o no hace mal a nadie.

Hoy te estoy hablando a ti, que sé que te has visto envuelto en chismes. Quizás habías depositado tu confianza en alguien que era chismoso y te decepcionó; o quizás tú heriste a alguien que confiaba en ti, cuando sin pensarlo, hablaste a sus espaldas.

¿Algún chisme te ha separado de Dios? ¿Has herido a alguien porque hablaste mal de él/ella? Aquí te dejaré unos versículos que quizás puedan ayudarte:

PERDONA o PIDE PERDÓN: “Dejen de estar tristes y enojados. No griten ni insulten a los demás. Dejen de hacer el mal. Por el contrario, sean buenos y compasivos los unos con los otros, y perdónense, así como Dios los perdonó a ustedes por medio de Cristo” (Efesios 4:31-32).

Si algún palabrerío te ha hecho daño, perdona a aquella persona. Dice la Biblia, que de la abundancia del corazón habla la boca, quizás esa persona no ande bien con Dios, pero si tú lo estás, debes aprender a perdonar. Quizás no han hablado mal de ti, sino de otros miembros de la iglesia, pero eso te llevó a pensar que mejor te fueras de allí para no salir más herido. Perdona a esa persona y vuelve a la iglesia o busca alguna otra, recuerda que sirves a Dios no a tu líder.

Si tú has lastimado, si cometiste el error de hablar mal de alguien, no esperes más y pide perdón. En el fondo de su corazón, la otra persona está esperando una disculpa. A veces las heridas cuestan de sanar, pero si nos hemos arrepentido, la otra persona merece saberlo. Así que ve y dile que lo sientes, te aseguro que aunque no lo demuestre en un principio, notará que tus disculpas son sinceras.

¡NO TE ALEJES DE DIOS!: “El que habla mucho no sabe guardar secretos. No te juntes con gente chismosa” (Proverbios 20:19). El proverbio dice “No te juntes con gente chismosa”, no “NO TE JUNTES CON DIOS”. Me duele, me lastima ver cómo muchos se van de la iglesia por chismes. Hermano, hermana, sé que hacen daño los chismes, pero ¿Dios tiene la culpa? ¿Dios quiere que dejes de asistir a Su casa porque alguien que tenía malas intenciones en su corazón se interpuso? ¡Claro que no!

Los chismes no son inocentes. Los chismes no son cosas de Dios. Pero tú sí eres de Dios, no le des el gusto al enemigo de separarte de Él. Si te has alejado de la iglesia, si tienes rencor y dolor aún, deja que Dios sane la herida. Perdona, pide perdón, y vuelve a empezar. Dios, quien te ama, te está esperando en donde lo dejaste. No te juntes con gente chismosa, pero sí júntate con Dios.

Recuerda: Ni tu líder, ni tu pastor, ni un hermano, murieron en la cruz por ti; fue Jesús. No dejes que te separen de servirle.

Agítese antes de usar


Queridos hermanos en Cristo, no se sorprendan si tienen que afrontar problemas que pongan a prueba su confianza en Dios. Eso no es nada extraño. Al contrario, alégrense de poder sufrir como Cristo sufrió, para que también se alegren cuando Cristo regrese y muestre su gloria y su poder. Si alguien los insulta por confiar en Cristo, consideren ese insulto como una bendición de Dios. Eso significa que el maravilloso Espíritu de Dios está siempre con ustedes. 1 Pedro 4:12-14

La prueba es necesaria. No se trata de algo que podamos elegir. Y no digo que Dios te prueba de por gusto, porque se le dé la gana o porque quiera castigarte. Sino porque es necesario. ¿Para qué? Para ver si tú eres uno de los escogidos.

Jesús ha dicho en Mateo 7:13-14 “Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran”. Pocos son los que encuentran el camino que conduce a la vida. Pocos son los que llegan y aún más pocos son los que deciden atravesar la puerta estrecha.

La Biblia clara es, “Muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mateo 20:16). Sé que tú, que lees este devocional, has llegado a la puerta estrecha, pero no sé si estás dispuesto o dispuesta a entrar. No sé si estás seguro o segura de ir por el camino de Cristo por más difícil que sea. ¿Estás preparado?

Dios ya no está para que juguemos. Y esto lo digo porque he visto cómo muchos cristianos toman actitud de decir “Señor yo te sigo hasta el fin, te alabo, haz lo que quieras conmigo…(le sobreviene una prueba y comienza a decir)…Pero Señor, ¿Por qué a mí? Eres injusto, no quiero tener más pruebas ni sufrimientos”. ¡NO! Entiende que es NECESARIA la prueba, y la victoria es asegurada.

El dueño del universo debe probarte, de distintas formas, para ver si de corazón quieres ir por el camino estrecho. No juzguemos las pruebas de Dios. A veces, cuando escuchamos a algún hermano que nos pide consejo, por dentro llegamos a pensar “¿Y se queja? ¡Si supiera lo que yo estoy viviendo!”. Repito, no juzguemos las pruebas de Dios.

Él es más sabio que cualquiera de nosotros. Sabe cómo probarte. Sabe cómo probar a tu familia, a tus amistades, Él trata a todos de una manera única y especial porque es Él quien ha forjado su carácter.

Con este devocional no quiero que temas a que pueda sucederte algo difícil (o quizás ya lo estás viviendo). Sino que vengo a traerte una palabra de esperanza. “Alégrense de poder sufrir como Cristo sufrió, para que también se alegren cuando Cristo regrese y muestre su gloria y su poder”. Cristo mostrará su poder, Cristo te sacará de allí. Y no sólo eso, sino que durante la prueba, durante el proceso, Dios no te suelta.

A veces nos imagino a los humanos como envases de medicamentos (no estoy loca). La frase de “agítese antes de usar” es aplicable a la vida del cristiano. Cuando tú agitas un envase, no lo sueltas ya que se caería. Así mismo es Dios, para usarnos, debe probarnos, debe agitarnos, pero jamás nos soltaría para que caigamos.

Te invito, a que hoy le digas a Dios: “Señor, Te amo. Gracias por mostrarme el camino estrecho, estoy dispuesto/a a seguirte. Aún si deba pasar por pruebas, por dolor, por sufrimiento, tú me levantarás. Sé que estarás conmigo por eso confío en Ti. Perdóname si he dudado de tus promesas, perdóname si he creído que me has abandonado. Hoy sé, que al final de la batalla, tú peleas por mí y me das la victoria”. Hay una salida, hay una esperanza, hay un futuro para los que eligen el camino estrecho.

¿Y tu número uno?


Él debe tener cada vez más importancia, y yo tenerla menos. Juan 3:30

El Espíritu Santo no puede llenar a quien está lleno de sí mismo.

Renunciar a nosotros mismos es quizás uno de los pasos difíciles para vivir una vida cristiana correcta. Hacer la Voluntad de Dios por sobre la nuestra cuesta. Antes creíamos que si actuábamos en base de nuestros principios o nuestras ideas, llegaríamos a donde nosotros quisiéramos llegar. Y que en cambio, si seguíamos los pasos de Dios, no sabríamos a dónde íbamos ya que Sus planes para nosotros Él solo los sabría.

Pero cuando aceptaste a Cristo tuviste que haber cambiado esa mentalidad. Ahora sabemos que si actuamos por nuestra propia prudencia, eso no nos llevará a ningún lugar. En cambio, si nos rendimos ante Dios y dejamos que Él actúe en nuestras vidas, llegaremos a lugares de paz, con victoria y descansados. “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia”. (Proverbios 3:5)

Pero ¿Será que aún nos cuesta entender esto? ¿Será por eso que las cosas nos salen mal? ¿Será que seguimos llenos de nosotros mismos? Sí, leíste bien, llenos de nosotros mismos. Dios no puede llenar con su Espíritu Santo a quien está lleno de sí mismo.

Dios no actuará en alguien que dice “Yo puedo hacerlo…” antes de “Mi Dios puede hacerlo…”; Dios no bendecirá a alguien que dice “Yo sé lo que hago…” en vez de decir “Sé lo que mi Dios hace…”. No seamos más egoístas, debemos de vaciarnos totalmente de nosotros para llenarnos de Cristo.

Una vez me dijeron que “el cristianismo me lavó el cerebro”. Quizás quisieron decir que Cristo lavó mis pecados y que por eso decidí entregarme a Él, pero no entendí bien. Entiende bien, renunciar a nosotros mismos, no significa renunciar a nuestro cerebro. Dios te ha dado libertad de elegir. Se trata de cambiar nuestros planes por los Suyos.

El mejor trueque o intercambio que he hecho en mi vida fue Mis pecados por Su misericordia. Ahora bien, te dejaré algunos pasos para que puedas terminar de vaciarte de ti mismo y busques más la voluntad de Dios:

1. Reconoce a Dios: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”. (Salmos 46:10). Quédate quieto, tómate un minuto para reflexionar. ¿Le estás dando la autoridad a Dios para que actúe en tu vida? O ¿Le estás poniendo límites para hacer lo que tú quieras y en segundo lugar poner su voluntad? Piénsalo bien, reconoce que Dios es Dios y que jamás haría algo para dañarte.

2. Déjate moldear: “Yo fui y me encontré al alfarero haciendo en el torno vasijas de barro. Cada vez que una vasija se le dañaba, volvía a hacer otra, hasta que la nueva vasija quedaba como él quería”. (Jeremías 18:3-4) Dios nos moldeará hasta que quedemos como Él quiere, no como nosotros queramos. Entiende que Sus planes son perfectos y que no hay detalle que quede fuera de atención. Cada parte de Sus propósitos para contigo fueron meditados desde antes que nacieras. Aquella relación, aquel trabajo, aquella amistad, aquella traición, aquel familiar, aquella situación de enfermedad o financiera, todo aquello que te esté haciendo daño, tiene un propósito, debes dejarte moldear por Dios entregándole todas tus preocupaciones. Cada grieta que tú tengas, Él con barro nuevo las sanará.

3. Pon tus ojos en la meta y no en la línea de partida: Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer”. (Filipenses 3:13) No te ates a tu pasado, déjalo ir. Si vives pensando en los errores que has cometido, jamás podrás vaciarte por completo. No pienses en la línea de partida, no veas lo que has recorrido ni cuánto has tropezado, pon tus ojos en Jesús. Mira e imagina el futuro maravilloso que puedes tener a Su lado. Déjate llenar por Él.

Es tiempo de vaciarnos y entregarnos por completo al Dador de vida. Déjate moldear y conocerás las bendiciones que Dios te ha estado guardando. Es tu momento, confía en el Señor, Él no te dejará solo.