Nada que perder, mucho que ganar


Tú, Dios mío, eres mi pastor; contigo nada me falta. Me haces descansar en verdes pastos, y para calmar mi sed me llevas a tranquilas aguas. Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino, porque así eres tú. Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada, porque tú eres mi pastor y siempre estás a mi lado; me guías por el buen camino y me llenas de confianza. Aunque se enojen mis enemigos, tú me ofreces un banquete y me llenas de felicidad; ¡me das un trato especial! Estoy completamente seguro de que tu bondad y tu amor me acompañarán mientras yo viva, y de que para siempre viviré donde tú vives. Salmos 23

Hay una frase que dice “Cuando luchamos con alguien que no tiene nada que perder, luchamos con gran desventaja”. Estas palabras me hicieron acordar a David, David era un hombre que no tenía absolutamente “nada que perder”. ¿Por qué? Porque decidió depositar su vida en las manos de Dios.

El Salmo 23 es uno de los salmos más hermosos que David ha escrito. En aquel salmo David demuestra que es un hombre que nada tenía que perder, ya no le faltaba nada en su vida, cuando Dios guiaba sus pasos, él se sentía completo, realizado, seguro, feliz. Veamos el salmo por partes:

“Contigo nada me falta”: ¿Qué nos puede faltar si vamos de la mano de Dios? Absolutamente nada. Jesús mismo dice que fuera de Él, nada podemos hacer. ¡NADA podemos hacer! Él es quien conoce cada una de nuestras necesidades, dolores, tristezas y alegrías. Nos ha llamado Hijos, nos ha perdonado por Gracia, nos ha dado una vida nueva y la seguridad de un futuro junto a Él. ¿Acaso algo más nos puede faltar?

“Me haces descansar y me llevas a tranquilas aguas”: Jesús mismo se ofreció y nos ofrece llevar todas y cada una de nuestras cargas. A Él no le gusta vernos cansados, abatidos, derrotados, Dios te ha hecho para llenarte de sueños, metas, planes, amor, ¿Acaso no te hará descansar cuando te vea cansado? Cuando dice “aguas tranquilas” se refiere a que para calmar tus tristezas, tus ansias, tus necesidades, no te llevará a un lugar donde “trate a todos los sedientos por igual”, sino que te llevará a aguas TRANQUILAS, como si fueras su único hijo, como si fueras su especial tesoro, Él te sanará directa y personalmente. ¿Acaso algo más nos puede faltar?

“Me das nuevas fuerzas y me guías por el mejor camino”: Cuando ya te sientes cansado entre tantas responsabilidades, la universidad, el trabajo, tu familia, tus amistades, tu relación con Dios. Cuando sientes que no podrás con todo, que quieres abandonar, que eso no es para ti, Él te dice: Yo te doy nuevas fuerzas, sigue adelante. Cuando ve que estás haciendo algo que no te llevará a un buen lugar, te reprende con amor y trata de llamar tu atención una y otra vez para guiarte por el buen camino. Cuando ve que alguien te traiciona, te engaña o te miente, trata de que sigas confiando en Él. ¿Acaso algo más nos puede faltar?

“Puedo cruzar lugares peligrosos y no tener miedo de nada”: Puedes tener problemas económicos, problemas en tu familia, puedes atravesar una enfermedad, puedes estar en medio de una pelea, puedes dejarte guiar por malos deseos, puedes tropezar; pero: NO puedes tener miedo de nada si vas con Dios, porque sabes que al final todo saldrá a tu favor. ¿Acaso algo más nos puede faltar?

“Siempre estás a mi lado y me llenas de confianza”: Aunque nos olvidemos muchas veces de Dios, Él nunca se olvida de nosotros. Aunque muchas veces nos sintamos solos, Él siempre está cuidando nuestros pasos. Aunque perdamos la confianza muchas veces, Él nos demuestra que allí está amándonos. ¿Acaso algo más nos puede faltar?

“Aunque se enojen mis enemigos, tú me llenas de felicidad”: Cuando te han cerrado todas las puertas, cuando te han dado la espalda, cuando te han fallado, cuando te han dejado solo, Dios te abraza más fuerte. David dice que Dios allí nos da un trato especial, que nos llena de felicidad, que nos invita a estar en Su presencia. ¿Acaso algo más nos puede faltar?

La verdad que no hay palabras que puedan explicar mejor lo que significa vivir una vida de la mano de Dios. Pasaremos pruebas, será difícil, pero Él no nos dejará solos, sino que nos moldeará. Así como David era un hombre que “no tenía nada que perder”, todos y cada uno de los hijos de Dios no tenemos nada que perder, sino mucho que ganar. Y como dice la frase “Cuando luchamos con alguien que no tiene nada que perder, luchamos con gran desventaja”: cuando el enemigo quiera luchar contra un hijo de Dios, luchará con GRAN desventaja, porque un hijo de Dios no tiene nada que temer, nada que perder y mucho que ganar.

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