¡Llama al 91:1!

Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación. (Salmos 91:14-16)

Todos hemos visto en películas o en programas de televisión que el número de emergencias en los Estados Unidos y en otros países es el “911”. Es simple, frente a un robo o algún accidente, cualquier persona que tome un teléfono está a sólo 3 números de tener la solución a su problema. Desde un niño a un adulto, un joven o un anciano, pueden llamar y ser atendidos al llamar a aquel número.

Pero ¿Qué pasa cuando el problema es interior? ¿Cuando el problema no es un robo o un accidente, sino debilidad espiritual? ¿Cuándo quieres emprender un nuevo proyecto y no sabes si es la Voluntad de Dios? Déjame decirte algo, también estamos a 3 números de la solución, no es el “911”, sino el “91:1”, estoy hablando delSalmos 91:1.

Nosotros vivimos bajo la protección de Dios, estamos bajo Su cuidado, pero hoy no vengo a hablarte sólo de llamar a Dios cuando estés afligido, sino cuando estés contento. A veces pareciera que las “llamadas de emergencia” son sólo cuando estamos en medio de un problema. Las llamadas de emergencia deberían de ser en todo momento y en toda situación.

Dios mismo les dirá a sus ángeles que nos cuiden por todas partes. Los ángeles nos llevarán en brazos para que no tropecemos con nada; andaremos entre leones y serpientes, ¡y los aplastaremos!” (Salmos 91:11-13).

En otras palabras esto sería “Andarás en cualquier tipo de terreno y triunfarás”. ¡En ese sentido, tu “llamada de emergencia” no debería de ser para pedir, sino para agradecer!

Creo que muchas veces Dios espera que agradezcamos más, pidamos menos, para Él bendecirnos aún más. Ya sabemos que estamos bajo Sus alas, que estamos cuidados, que somos Sus hijos, que Él nos ama, que no debemos de preocuparnos, ¡Agradécelo!

Haz una llamada de emergencia hoy al 91:1, lee aquel Salmo y fíjate CUÁNTO tienes por agradecer. Te aseguro más de lo que lo haces. “Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará.” (Salmos 91:7). Agradécele hoy a tu Señor, todo lo que debieras agradecerle día a día.

Tienes un teléfono: Biblia; tienes un número: 91:1; tienes quien te atienda: Dios. ¿Qué esperas para llamarlo?


Hijos del Dueño


Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. (Gálatas 3:26)

Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba! ¡Padre!” Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero. (Gálatas 4:6-7)

Por lo general, en las empresas de gran prestigio, siempre hay un “dueño”. A su vez, hay empleados, pero no sé si notaste que, como en las películas, los “dueños” cuando ya están demasiado ancianos para manejar la compañía, la dejan en mano de sus hijos.

Hijos del dueño. Aquellos que tienen el mismo poder que su padre dentro de la empresa. Los empleados se acostumbrar a tratar con respeto a los hijos del dueño, ya que quizás en un futuro éstos sean los dueños de la empresa o bien, pueden comentarle a su padre de una mala actitud de los empleados y conseguir que los despidan.

Los hijos del dueño a su vez, no pueden hacer quedar mal a su padre, el dueño de la empresa. Eso haría que le pierdan respeto sus empleados o que la compañía quiebre por falta de responsabilidad. Son respetuosos, medidos, obedecen a su padre y tratan a todos con cuidado.

¿A qué voy con esto? A que nosotros también somos Hijos del Dueño. Y no de una empresa, sino Hijos del dueño del mundo. Y tú dirás, pero ¿No es el diablo el dueño del mundo? No, hay un grave error sobre éste concepto. La Biblia dice: “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan.” (Salmos 24:1)

Satanás domina el mundo, pero no es el dueño. El mundo es nuestro, se nos fue dejado a nosotros como herencia para predicar el evangelio. El mundo es de nuestro Dios, Él lo creó por y para Su gloria, y es un privilegio el poder vivir en él.

¿Nos estamos comportando como hijos del dueño? ¿O estamos sirviendo al que domina el mundo, el diablo?Nosotros debemos obedecer a nuestro Padre, no debemos humillar Su nombre. Exaltémoslo con nuestras actitudes, logremos que la gente vea en nosotros una actitud de humildad y no de soberbia.

Somos hijos del dueño, herederos del Reino, pero no debemos jactarnos por eso; sino más bien, ser humildes como Jesús lo fue, humillarnos y buscar a los que están necesitados de Su paz.

Seamos respetuosos con quienes no han conocido a Dios, porque no somos perfectos, alguna vez también fuimos ignorantes y despreciamos el amor del Señor. Tratemos de ser pacientes y comportarnos como debemos.

Recuerda que en este mundo tienes una misión, un propósito. El mundo es tu herencia, las almas son tu recompensa para la gloria de Dios. Tu empleo es el mejor pago del universo ya que tienes la Vida eterna asegurada. Y por sobre todo, tu seguro de vida es Jesús mismo. No lo olvides: Eres un hijo del Dueño.


¿Nos olvidamos del amor de Dios?


Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? (Malaquías 1:2)

Hoy no quiero extenderme, pero sí recordarte esta historia tan poco mencionada de la Biblia. Dios envió a Malaquías con un mensaje para los israelitas.

El pueblo de Dios estaba preocupado, había perdido la esperanza. Se habían olvidado de dónde los había sacado Dios. Y el mensaje de Dios fue:

Yo soy Malaquías. Dios me dio la orden de comunicarles a ustedes, los israelitas, este mensaje: Israelitas, Dios los ama. -Y ustedes preguntan: ¿Y cómo nos demuestra ese amor? -Dios les responde: Recuerden, israelitas, que yo preferí a Jacob y no a Esaú, a pesar de que Esaú era su hermano mayor. Recuerden también que yo convertí en un desierto la tierra de Esaú, a pesar de que era una región montañosa. Ahora sólo viven allí los chacales. Si los descendientes de Esaú intentan reconstruir su país, yo les aseguro que volveré a destruir lo que ellos construyan. La tierra de Esaú será conocida como “el país de la maldad”, y su pueblo será conocido como “el pueblo con el que Dios siempre está enojado”. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juró que así será. Ustedes lo verán con sus propios ojos, y entonces dirán:¡La grandeza de nuestro Dios va más allá de nuestras fronteras!” (Malaquías 1:1-5)

Si bien el mensaje habla de destrucción, lo que les está diciendo es: Yo siempre los he protegido y los protegeré de sus enemigos. ¿Por qué dudan? ¿Por qué dudamos?

Cuando atravesamos una situación difícil en nuestras vidas, lo primero en que pensamos es “Dios me abandonó”. ¿Cuántas veces Dios debe decirnos que Él es fiel, para que nosotros le creamos?

Entiendo que estés en problemas, que no sepas qué hacer, que cargues con dolor, que tengas una herida que está costando sanar, que estés atravesando desiertos emocionales, espirituales o materiales. Pero ¿Recuerdas de dónde te sacó Dios?

Dios fue el mismo que te formó en el vientre de tu madre. Dios fue el mismo que puso personas en tu vida para que tú llegues a Sus pies. Dios fue el mismo que te bendijo con la vida eterna. Dios es el mismo que permite que estés leyendo esto ahora. Dios nunca te ha dejado solo.

Si hasta este devocional dudabas de la fidelidad de Dios, por favor recuerda esta historia de Malaquías. No cierres tus ojos espirituales como lo hicieron los Israelitas; tienes a tu Señor diciéndote: “Hijo mío, yo te amo. Hija mía, yo te amo.

Dios ya te ha demostrado su amor en la cruz, y eso no le bastó, sino que cada día lo demuestra al permitirte despertar. Él es quien vela tus sueños, Él es quien prepara tu futuro, tu eternidad, Él es quien prospera cada área de tu vida cuando se la entregas. ¿Por qué sigues dudando?

Si has perdido la esperanza, si tu corazón se ha apartado del amor de Dios, si has tenido dudas en tu alma que te desgarraron la fe, hoy te digo: Dios te ama. No importa tu pasado, no importan tus errores, importa que si caíste siete veces hoy te levantes ocho y te tomes de la mano de Dios. Él está esperándote, Él es fiel.


¡Quitamancha!


Ustedes ya están limpios, gracias al mensaje que les he anunciado. (Juan 15:3)

De acuerdo con su plan, Dios el Padre decidió elegirlos a ustedes, para que fueran su pueblo. Y por medio del Espíritu Santo y de la muerte de Jesucristo, Dios los ha limpiado de todo pecado, para que lo obedezcan. (1 Pedro 1:2)

“Cierto día paseaban juntos un fabricante de jabón y un predicador; y en el curso de la conversación, el fabricante, quien era incrédulo, le dice al predicador: - El evangelio que usted predica señor, no me parece haber tenido mucha eficacia, pues veo que en el mundo abunda la maldad y hay todavía personas malas- . Más adelante encontraron a un niño que estaba jugando en el barro de la calle, y se hallaba completamente sucio. Al verlo en este estado, el predicador se valió de la oportunidad y volviéndose al fabricante de jabón le dijo: -Señor, el jabón que usted fabrica no parece haber tenido mucha eficacia, porque veo que en el mundo abunda la suciedad y hay muchas personas sucias- . -¡Ah!- respondió el fabricante – es que mi jabón sólo quita la suciedad cuando se aplica sobre lo sucio- . -Exactamente lo mismo replicó el predicador– es lo que sucede con el evangelio. Sólo quita la maldad y limpia de ella, cuando el pecador se lo aplica a su corazón manchado de pecado.”

En la Biblia hay muchos versículos que hablan de cómo Cristo nos ha lavado con su obra en la cruz.

Yo compré mi primera Biblia antes de convertirme en cristiana. En ese entonces solamente escuchaba algunas prédicas y leía devocionales, hasta el día en que compré mi Biblia. Recuerdo que entré a la librería algo tímida y pregunté por la Biblia que yo quería, el vendedor me dijo que tenían muy pocas y que no se les permitía venderlas todavía, pero me pidió que lo aguardara un momento. A los 20 minutos volvió con una gran sonrisa en su rostro y me dijo “Hermana, esta Biblia es suya”. ¡Jamás había sentido tanta felicidad!

Desde ese momento supe que Dios quería que yo leyera Su palabra. Al leerla me emocionaba, llegué a reír, llorar, admirar a ciertos personajes, pero lo que más me alegraba era saber que había alguien que quería darme una Nueva vida, quería quitarme las “manchas” que me gobernaban, quería amarme y usarme para un propósito mayor. Hoy puedo decir a toda voz: ¡Cristo me lavó, perdonó, salvó, justificó, redimió y me dejó volver a nacer!

Esto me recuerda a la canción “Quitamancha” del grupo Rescate (por eso el título de este devocional), la canción dice: “¿Cómo poder ablandar una vida tan dura? ¿Cómo poderme frenar en un mundo que apura? ¿Cómo quitarme la mancha que me hace morir? ¿Cómo sigo parado, si miro a cada lado? Si miro para arriba encuentro la salida. Libera de la pena y quita la condena. La palabra que siento no se la lleva el viento. Si me pudiste ablandar una vida tan dura, si me pudiste frenar en un mundo que apura, si me quitaste la mancha y me haces vivir.

Si aún sientes culpa por tus pecados, vuélvete a Dios, Él quiere perdonarte y lavarte. Quiere que seas una nueva criatura. Lee la Biblia, ella fue escrita no sólo para sernos de guía sino para demostrarnos que estamos equivocados, para demostrarnos que no somos perfectos pero que hay un Perfecto que quiere tocar nuestro corazón.

No importa tu pasado. Él lo perdona, ordena tu presente y prepara tu futuro; pero busca primero el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás te será añadido. (Mateo 6:33) ¡Ya no sientas vergüenza del evangelio, sacúdete las manchas con el amor de Cristo y vuelve a empezar!


Identidad divina


En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. (Filipenses 3:20)

Hace unos días tuve que hacer unos trámites. Desde siempre he tenido la costumbre de cargar conmigo mi documento de identidad a donde sea que vaya, simplemente por si algo me sucediera allí figuran mis datos o muchas veces cuando debo pagar alguna compra o alguna factura, me lo suelen pedir para comprobar mi identidad.

Salí de mi casa, llegue al lugar donde debía hacer el trámite, me pidieron mi documento de identidad y ¿qué pasó? Me lo había olvidado. Justo el día que lo necesitaba, lo había olvidado en el cajón. Regresé a mi casa y ya volví al otro día con el documento en mi mano.

¿A qué quiero llegar con esto? A que ese simple hecho me hizo reflexionar.

En 2da a los Corintios 5:17 podemos leer “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Cuando hemos aceptado a Cristo en nuestro corazón como nuestro Señor y Salvador, nuevas criaturas somos, tenemos una IDENTIDAD nueva.

Ya esa vieja identidad, no está más, el Espíritu de Dios se ha movido en nosotros y nos ha hecho nuevos. Y a esto me refería con la anécdota que les he contado: ¡Esta nueva identidad NO podemos olvidarla guardada en un cajón! No podemos ser Cristianos sólo en la Iglesia o dentro de nuestra casa. No podemos utilizar esa identidad sólo cuando queremos. Ni tampoco el día en que Cristo vuelva podemos decirle “No Señor, hoy olvidé mi cristianismo en el cajón.”

Dios nos dio esta nueva identidad en Cristo, y nos hizo directa y firmemente “Ciudadanos del Cielo”. Nuestra identidad terrenal ya no tiene poder sobre nosotros.

En algunos países está permitido poseer algo que se llama “doble ciudadanía”, eso significa que tú eres ciudadano del país en el que naciste pero por medio de trámites, también puedes ser ciudadano de otro país. En el Reino de Dios tal cosa NO puede suceder. Tú no puedes ser Ciudadano del Cielo y al mismo tiempo ser Ciudadano del mundo. No podemos tener una identidad terrenal y otra espiritual.

¿Tienes esta nueva IDENTIDAD guardada en un cajón? Invito a que la saques de allí, quítale el polvo y sé valiente al llevarla contigo. ¡Alégrate de ser un Hijo de Dios y de ser un Ciudadano del Cielo! Allí nuestro Salvador nos espera, para gozar junto a Él las maravillas de nuestro Padre.

Esa ciudadanía celestial refleja el carácter de Cristo a través de ti. Debemos ser conformes al corazón de Dios, para que quienes no le conocen, vean a Jesús mismo en nosotros sin necesidad de pedirnos nuestra credencial divina. No te avergüences, tu lugar en el cielo tiene un propósito. Dios te bendiga.


No tengo más fortaleza


“Aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros.” (2 Corintios 13:4)

A veces, las situaciones adversas de la vida, llevan a desesperarnos y a desviarnos del propósito de Dios. ¿Por qué? Porque buscamos las soluciones en el lugar equivocado.

Hoy con este devocional, sólo quiero hacerte entender antes de que te rindas, que puedes salir adelante, que hay una salida a tu dolor, y ésta se llama: Amor y Fidelidad de Dios.

Cuando pruebas esas dos facultades de nuestro Señor, comprendes que nada de lo que pueda sucederte puede quitarte de las manos de Dios. Jesús mismo lo dice en Juan 10:28-29: "Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar."

Sí, es cierto que los desiertos son dolorosos, pero para eso quiero explicarte el versículo del comienzo y que comprendas dónde encontrar la solución cada vez que quieras rendirte.

Jesús no fue un superhéroe. No fue un hombre millonario de doble identidad, ni un Superman ni un Batman. No vino a ser conocido, sino a hacer a los más débiles y humildes conocidos. Él predicaba sin que le paguen, sin que le ofrenden, sino que sólo obedecía a Dios y continuaba su paso en esta Tierra sin perder el enfoque de Su propósito.

Pero Jesús era débil. Sí, así como lo lees: Jesús era débil. Y quizás pienses, 'Si mi Señor era débil, ya estoy perdido, ¿De dónde sacaré mis fuerzas?'. Pero el mismo versículo del comienzo lo dice: El Poder de Dios estaba en Él. Jesús oraba, necesitaba de la oración, así como también ayunaba. Jesús lloró y sufrió como un hombre más.

Tú eres débil, eres humano, eres pecador, te equivocas, eres tentado, pero hay algo que desde que aceptaste a Cristo no podrá apagarse jamás: El Poder de Dios en ti.

Claro que ese Poder no actuará si no crees que éste está en ti. Ese Poder no actuará si no oras, si no lees la Palabra para alimentarlo o si no hablas constantemente con nuestro Dios. ¿Ya sabes entonces dónde está la respuesta y solución a todo? En ti, porque en ti habita Jesús.

Dale el lugar que merece en tu vida. Entiende una vez más, que sin Él, nada podemos hacer ni nadie podemos ser. Jesús es nuestra fuente de vida, nuestro alimento para vivir fortalecidos.

He estado atravesando muchas tormentas en mi vida últimamente, y cuando busqué a Dios por respuestas, Él me dijo: “No busques respuestas, tan sólo búscame a mí. Yo estoy dentro de ti, no hay Poder más grande que tengas, que el de ser mi Hija.

Cristo fue crucificado, y tu debilidad fue crucificada junto con Él. Eres fuerte en Cristo. Créelo, declara en tu vida fortaleza, di: TODO, TODO, TODO, TODO lo PUEDO en CRISTO que me FORTALECE. (Filipenses 4:13) Que ese versículo no sea "uno más" en tu corazón, sino que desde hoy, sea tu motor de vida. Dios te bendiga.